El cierre de unos solares purulentos y el desigual combate municipal contra las manchas del grafiti convierte en visitable este rincón de Lagunillas.
Cada vez que esta sección se ha aproximado a la plaza de Miguel de los Reyes, en Lagunillas, ha sido para constatar la distancia entre el sueño y la realidad.
Pasó algo parecido con la plaza del centro deportivo de la ACB junto al arroyo Jaboneros. En el proyecto dibujado por el organismo deportivo los jardines colgantes de Babilonia eran un parterre sin gracia al lado de lo que pensaba plantar en este espacio, antiguamente ocupado por las cocheras de tranvías y autobuses. Pero la realidad no superó al proyecto y la ACB se limitó a lo imprescindible.
Con la plaza de Miguel de los Reyes uno tiene esa sensación. Lo que podía haber sido un jardín escalonado son dos plazas con escalones y una pequeña zona verde alrededor, con la salvedad del grupo de pinos del fondo, la parte más próxima a la calle Gómez Salazar, en recuerdo del obispo de Málaga, de nombre Manuel, que estuvo al frente de la diócesis durante el nacimiento e infancia de Picasso. Los expertos, ya saben, cuando se plantan más de tres pinos en Málaga lo convierten en «un bosquete», así que este es un bosquete de pinos. Majetes, además de exagerados.
La plaza o placeta de Miguel de los Reyes suele tener querencia por la roña. Arborícolas desconocidos se empeñan en grafitear el suelo con sus ocurrencias, ninguna de las cuales merecería haber quedado plasmada nunca en la vía pública. El Ayuntamiento hace lo que puede y entre la acción del sol y los baldeos de higos a brevas, se va combatiendo la plaga.
Lo cierto es que la plaza estaba aceptablemente limpia el pasado lunes y sólo rompía la armonía una cámara vieja de bicicleta encestada en la farola que preside una de las dos plazas, placetas o plazoletas, desde la que asoma una de las estribaciones del Monte Gibralfaro.
Pero la mejora general del entorno se debe también al feliz cierre de tres solares en un lateral de la plaza, el que da a la calle Roque García, que hasta el año pasado exhibía un amplio catálogo de excrecencias y mierdas recalentás (con perdón), con lo que el glamour bajaba muchos enteros.
El muro de los solares («muro perimetral», precisan nuestros expertos) ha sido cerrado y luce, esta vez sí, unos grafitis artísticos bastante coloridos.
El resultado es tan concluyente como que la plaza y el entorno son por fin visitables sin que una violenta tufarada nos transporte, como por arte de magia, al núcleo más activo del vertedero de Los Ruices. Felicidades.
El bolserío
Y hablando del rey de Roma, el vertedero municipal, recordemos aquí las quejas de los vecinos de Colmenarejo, vecinos de Los Ruices, por la imagen nada placentera de bolsas volando por encima del barrio y el deseo de que una pronta pantalla vegetal acabe, por lo menos, con esta visión de supermercado.