De nuevo, un concejal de Urbanismo se mete en camisas de once varas y despliega su erudición, en esta ocasión con el edificio de Hoyo de Esparteros.
Alguna vez hemos contado en esta sección cómo en los años más bravíos del boom del ladrillo, cuando el Ayuntamiento estaba dispuesto a derribar todo lo que no se moviera, siempre que contribuyera a dinamizar algunas cuentas de resultados, también el convento de San Andrés estuvo en la picota. En serio peligro de ser demolido para el feliz desarrollo del Perchel.
De él dijo un antiguo concejal de Urbanismo que carecía de valor artístico alguno. El edil olvidó el importante detalle de que el convento pertenecía a la orden de los carmelitas descalzos, cuyos sobrios conventos eran lo opuesto al derroche de molduras y dorados de órdenes religiosas en absoluto mendicantes. Para que se hagan una idea, el convento de San Andrés pertenecía a la misma orden que San Juan de la Cruz y se construyó en vida del santo, así que echar en cara la pobreza del edificio fue lo mismo que escenificar que la ignorancia es atrevida.
Una escena similar se produjo en la última Comisión de Urbanismo, en la que el actual concejal del ramo, Francisco Pomares, cuestionó los valores histórico-artísticos del famoso edificio de Hoyo de Esparteros,1 pero también la valía de Eduardo Strachan Viana-Cárdenas, su autor y la persona que da nombre a la famosa calle Strachan.
A ojos del concejal, no constituyó mérito suficiente haber levantado la calle Larios y subrayó como un demérito el hecho de que Strachan fuera un maestro de obras. Siguiendo este sagaz argumento, que se ate los machos la Catedral de Málaga, cuyo aspecto actual se lo debemos al gran maestro de obras Antonio Ramos.
Y por si no fuera suficiente el despliegue erudito, informó de que el edificio costó «cuatro duros». Suponemos que tuvo bien presente que se encontraba en uno de los entornos más caros de la época, en el que trabajaron los arquitectos más famosos de entonces y que fue construido para dos mindundis: una de las hijas de los dueños de La Concepción y su marido, hijo del industrial Manuel Agustín Heredia, en su día uno de los hombres más ricos de España. Todo cuadra: «cuatro duros». Confiemos en que las cuentas municipales se hagan de otra forma.
En fin, ¿qué añadir más? Si acaso, que el sonrojante catálogo de edificios protegidos de Málaga nunca se tomó la molestia de actualizar el dato de la autoría de Strachan –que se conoce desde hace 21 años– y todavía consta que lo hizo el «entorno» de Gerónimo Cuervo, lo que redundó en que sólo tuviera protección arquitectónica de grado II, hoy retirada con la inestimable ayuda de la Junta, que todavía en tiempos del delegado de Cultura Francisco López echaba pestes sobre la criaturita de diez plantas de Braser.
Y qué más, pues que en 2011 un grupo de académicos y profesores de Historia del Arte de la UMA defendió en un manifiesto los innegables valores histórico-artísticos del bloque del maestrillo de obras.
Por suerte, desde hace muchos lustros el Urbanismo malaguita se encuentra en manos de personas sensibles y formadas. Que se vaya preparando la Catedral.
Que grande eres Alfonso Vázquez.
Afortunada síntesis de un problema histórico y actual de la ciudad de Málaga.
Magnífico artículo. Enhorabuena Alfonso.