El año europeo del Patrimonio Industrial no ha conmovido a nuestros políticos, que siguen ignorando la máquina de vapor de la avenida de Andalucía.
El paseo por colegios electorales el pasado domingo llevó al firmante, una vez más, a comprobar lo mal que esta ciudad recuerda su pasado, que suele terminar, o bien desaparecido o bien del mismo modo que cualquier monumento al soldado desconocido, aunque ni siquiera una llama perenne acompaña a estos hitos.
Hablamos hace unas semanas de que la remodelación de la Cruz del Molinillo ya es historia, porque la placa conmemorativa, que aludía al trabajo de los vecinos había sido borrada por el lorenzo, y como no hay visos de que sea repuesta o repintada, ahí se va a quedar, como un elemento histórico paradójicamente sin historia, mero adorno de una isleta con mucho tráfico.
Desde que fue instalada en la avenida de Andalucía en los años 90 viene pasando lo mismo con unas toneladas de maquinaria. Ahí se las compongan los malagueños y visitantes que quieran conocer qué demonios es lo más parecido al mecanismo del reloj Big Ben. Y la verdad es que sin una placa explicativa, el artefacto puede ser cualquier cosa, también un monumento-denuncia a la burocracia malaguita.
Hablamos, claro, de la preciosa máquina de vapor que podemos encontrar cerca del puente de las Américas y que en su día fue el corazón de la fábrica de la Azucarera Hispania, la que estuvo cerca de la desembocadura del Guadalhorce, en funcionamiento desde 1932 hasta 1994. Como muchos sabrán, la única placa identificativa es la de la misma máquina, por lo que sabemos que fue fabricada por la compañía francesa Five Lille en 1929.
Hasta ahora, todas las quejas de esta sección han resultado infructuosas. Nadie mueve un milímetro en el Ayuntamiento para preocuparse por este cacharro viejo. Ni siquiera la llegada de la sede del partido que gobierna el Consistorio desde hace más de 20 años, y que se encuentra a un tiro de piedra de la máquina de vapor, ha servido para que algún responsable político se interese. Pese a sus dimensiones, resulta obvio que el patrimonio industrial es invisible para la mayoría de nuestros cargos electos.
Tampoco parece haberles conmovido un pimiento la celebración en 2015 del año europeo y técnico del Patrimonio Industrial y Técnico.
Las peticiones de profesores de Universidad y expertos también caen en saco roto. Estamos ante un caso extremo, por colectivo, del síndrome de Paco Martínez Soria. Ya saben, don erre que erre.
El gato
Por el Centro pueden verse unas hojas, a modo de carteles, con la foto de un gato a rayas. No se trata de que se haya perdido sino de que su dueño lo regala y, parece, con todo el dolor de su corazón, a tenor de la descripción que hace del animal: «Se regala gatito muy bonito y mimoso. Es gris con rayas negras y ojos azules». Deseamos suerte a ambos en esta difícil empresa.