Los terrenos del antiguo camping de los Baños del Carmen florecen con la presencia de colchones, botellas y otras huellas del desbarajuste burocrático.
Es bien conocida la anécdota del encuentro de San Agustín con el niño que en la playa trataba de meter todo el agua del mar en un agujero en la arena, con la sola ayuda de un cubo. El niño le sorprendió al comparar la dificultad de su empresa con el misterio infinito de Dios.
En un terreno, valga la redundancia, mucho más terrenal, podríamos poner a un filósofo de nuestros días, por ejemplo a Fernando Savater, paseando, no por la Concha, sino por la playa del antiguo Balneario del Carmen. En su encuentro con el niño, el infante compararía el empeño del cubo y el agujero con la maraña administrativa de los Baños del Carmen, de la que nadie sabe muy bien cómo salir.
El caso es que la playa del Balneario, y para más detalles, la del antiguo camping, es también fiel reflejo de la red administrativa que han ido tejiendo nuestros mareantes responsables públicos, que como sabemos, en materia de litoral, de las pocas veces que se han coordinado ha sido para ofrecer como regalo a las futuras generaciones de Málaga esas interrupciones del horizonte que conforman los chiringuitos megalíticos de La Malagueta.
Mientras tanto, los antiguos terrenos del camping presentaban la semana pasada un aspecto que recordaba a un campamento de verano para practicantes del botellón e indigentes. Es bien conocido que con el buen tiempo, a este rincón abandonado del litoral acuden aventureros con desigual fortuna a contar las estrellas, beber y a satisfacer otras necesidades corporales. Al firmante le fue imposible constatar, a plena luz del día, la existencia de estos aventureros, pero contó cinco colchones al pie de los eucaliptos, uno de ellos con una bolsa cargada de ropa al lado.
En el resto de los terrenos del camping lo que abundaban eran las botellas y tetra bricks, espurreados entre la hojarasca. ¿Son restos del campamento de okupas que tantas noches de gloria dieron a los vecinos? No es posible, pues estaríamos hablando de restos de basura y colchones que permanecen en el lugar desde 2012, el año del desalojo.
Se trata entonces de deposiciones posteriores que no han sido retiradas y que se van acumulando. La más numerosa de todas, en una pequeña plataforma entre algunas de las casetas todavía en pie y tapiadas, recuerdo de alguna juerga etílica.
Visto el panorama, mejor no imaginemos a Savater y al nene del cubo en este enmarañado bosque administrativo. Él es uno de los intelectuales más famosos del país y el niño, un tierno infante. No vayan a coger el tétanos….
Por cierto, recuerden que en 2018 se cumplirán 100 años de la inauguración de los Baños del Carmen. ¿Tendremos unos terrenos remodelados y saneados para entonces? Misterio terrenal.
Eduardo Ocón
El veterano recinto musical sigue exhibiendo unos paneles sucios como el hollín.