De la limpieza en tiempos de Maricastaña

24 Jun

La limpieza vecinal en Puerta Blanca entronca con la historia de María Castiñeira y los tópicos más roñosos sobre la Edad Media. Y si no, lean.

Se habla mucho de los tiempos de Maricastaña como de un periodo lejano y brumoso, pero en realidad se pueden precisar: se refieren al siglo XIV, la centuria en la que por Lugo vivía una señora llamada María Castiñeira, famosa por revelarse contra los impuestos del obispo del lugar y por poner a criar malvas al mayordomo del dignatario eclesiástico, algo que hoy tampoco Hacienda aplaudiría.

En general, casi todos solemos contemplar el pasado como algo nebuloso e impreciso. Un historiador italiano de tiempos de Maricastaña (el siglo XIV) definía la Edad Media en la que todavía vivía como una suerte de «tiempo de tormenta». Había despachado mil años de Historia con el mismo ojo que el hombre del tiempo.

Y la verdad es que, tanto los tiempos de Maricastaña como la Edad Media, a ojos del malagueño medio, constituyen un gazpacho tenebroso lleno de pestes, guerras, bárbaros con hachas y monasterios poblados por monjes tan poco recomendables como los de El Nombre de la Rosa.

Otros historiadores menos frívolos se han dedicado a derribar tantos lugares comunes y a destacar que ese periodo histórico no fue tan malo y, en contra de lo que parece, se trató de una época de logros notables y también de vivos colores, nada de luto perpetuo y arrastrar de cadenas.

Que nada es lo que parece, incluso en 2016, lo hemos podido comprobar esta semana en Puerta Blanca, donde un grupo de vecinos, manguera en ristre, se dedicó a combatir la roña de las aceras.

La misma mañana que La Opinión publicaba la noticia, un conocido dirigente vecinal enviaba una foto al firmante con el siguiente comentario: «No sólo en Puerta Blanca impera la suciedad y basura. Calle San Patricio ahora mismo». La foto, hecha a las 8.20 de la mañana del pasado miércoles, mostraba una faceta bastante mugrienta del entorno del Santuario de la Victoria, colchón en el suelo incluido.

Puede que, al pasear por el impoluto Palmeral de las Sorpresas y toparnos con el cubo del Centro Pompidou nos llevemos una imagen perfecta y en tecnicolor de Málaga, pero quienes habitan en ella son conscientes de que también conviven con evidencias tópicas y roñosas del medievo.

Ayer, la ONG malagueña Gea puso en marcha una campaña de concienciación para que los asistentes al fiestorro de la Noche de San Juan en la Malagueta regresaran a casa con los platos, vasos de plástico, botellas, ceniceros y todos los pertrechos de la juerga, en lugar de dejar la playa hecha una pocilga.

A la vista de la Malagueta aledañas, en Málaga tenemos un doble problema. Ya no es sólo que Limasa no funcione como debiera desde hace lustros sino también el que los malagueños nos sigamos comportando en la calle con los mismos modales que un guarro en una charca… como se las gastaban cuando Maricastaña. O eso dicen.

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