Los vencejos que combaten nuestro estrés

21 Jun

Los malagueños solemos andar como Cary Grant en Con la muerte en los talones y nos perdemos espectáculos como el de los vencejos mañaneros.

Hay miles de malagueños que cada día caminan por la ciudad como si fueran el soldado griego que comunicó la victoria frente a los persas en la batalla de Maratón. Su ritmo al andar no lo marca el deseo de aumentar la salud y estar en forma sino el estrés. Las prisas por el trabajo, el colegio, los hijos, nietos o cualquier otro motivo que imprima a las piernas la velocidad de crucero.

El firmante se encuentra, muchas veces, en este grupo de velocípedos estresados, a los que no les suele faltar un móvil para trastear en las redes sociales, con riesgo para su físico y el de los peatones, mientras avanza por Málaga.

Y no es plan, desde luego, el ir por la vida como un perdigón. Los malagueños se pierden cosas de lugares mil veces vistos porque no se detienen a observar con calma.

Esto lo comprueba un servidor en la parte trasera del que antes era conocido como el ABC de Málaga (Ayuntamiento, Banco de España, Correos), es decir, en la calle Guillén Sotelo.

Por las mañanas suelen cruzarla viandantes con la cabeza en las nubes y un ritmo de avance similar al de Cary Grant en Con la muerte en los talones. Y tienen sí, la cabeza en las nubes pero no lo suficiente como para captar lo que en esos momentos ocurre en ese rincón del cielo de Málaga. Es un espectáculo maravilloso que se repite a hora temprana y también por las tardes desde finales de febrero hasta el final del verano.

Hablamos de unas criaturitas a las que ya le hemos dedicado más de una crónica: los vencejos, esos pájaros venidos de África que más que ningún otro son de altos vuelos, porque nunca los veremos tomando tierra. Hacen sus nidos en las alturas y de ellos se dejan caer porque sus diminutas patas les impiden tomar impulso en tierra.

Su ritual consiste en sobrevolar la calle Guillén Sotelo, pero también cientos de rincones de Málaga como la plaza del Obispo, la plaza de San Pablo o la avenida de la Estación en un vuelo enloquecido, como el juego de las cuatro esquinas, mientras con el pico abierto van capturando todos los insectos con los que se topan.

Copan las alturas para anidar pero lo más fascinante de los vencejos es que al anochecer pueden seguir volando, mecidos por las corrientes, en una suerte de duermevela, cuenta un amable malagueño, antiguo miembro de la Sociedad Española de Ornitología.

Ya saben, cuando avancen estresados a toda pastilla miren al cielo. Puede que descubran a los vencejos y eso les alegre el día.

Los pies franceses

El próximo domingo, las nuevas elecciones nos traerán unas de las expresiones francesas más horrendas y prescidibles adoptadas por los políticos y periodistas españoles: «a pie de urna», en lugar de «al pie de la urna».

Según esta cursilísima fórmula, habría que copiar un documento a pie de letra y cuando hubiera problemas, estar a pie de cañón. Pues ya verán como todo analista que se precie lo suelta o escribe.

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