Los matojos orteguianos de la Seguridad Social

17 Jun

Al absurdo edificio acristalado de la Seguridad Social en El Palo hay que sumar un lateral con matojos perpetuos. ¿Un termómetro de cómo anda el patio?.

Don José Ortega y Gasset, el intelectual más citado en todo discurso pronunciado en España que aspire a tener fuste, abunda también en tesis doctorales, ensayos e incluso en discursos políticos pero además en pregones y por qué no, aparece de vez en cuando en esta sección.

En este caso, porque el antiguo alumno de los jesuitas del Palo, al hablar de su famosa razón histórica, lo que dice entre otras cosas es que todos los valores, también los absolutos, son relativos y dependerán de la época en la que fueron formulados.

La sombra de Ortega se le echa a uno encima muy cerca del Colegio San Estanislao de Kostka, donde estudió en Málaga, y en concreto junto a la calle Luis Taboada, que con seguridad subiría más de una vez siendo mozuelo. Y la razón, no la histórica, estriba en que allí se encuentra, en la esquina con la avenida de Juan Sebastián Elcano, el anacrónico edificio de la Seguridad Social, pese a que es muy reciente. Se trata de una apuesta totalmente inconsciente de la administración central por un tipo de edificio pasado de moda que, afortunadamente, cada vez se valora menos, por lo inadecuado de sus materiales. Porque construir en Málaga un edificio acristalado es tan inteligente como pensar que aquí tendrá futuro un hotel de hielo como los que se estilan cerca del Círculo Polar Ártico.

Al desperdicio energético de una sede institucional dispuesta a recalentarse en verano y a no conservar el calor en invierno, además del gasto para calentar y refrigerar el bicho hay que sumar el impacto estético que, al menos para un servidor, no ha enriquecido el entorno sino que, meramente, lo ha obstruido.

Pero si todo fuera eso, ya sabemos cómo se las gastan (valga la redundancia) nuestras administraciones a la hora de pergeñar en Málaga sedes caras e ineficaces. Persisten los valores arquitectónicos del boom urbanístico y con ello tenemos que seguir bregando en 2016.

El problema es que, con todo lo grande que es este edificio de la Seguridad Social, la diminuta zona verde que le acompaña, apenas una franjita en la que no cabrían ni tres lechugas, está casi todo el año hecha unos zorros.

Comprenderán así la mala imagen que ofrece un edificio suntuario de cristal, más propio de latitudes escandinavas con menos dosis de soletón, acompañado de una zona de matojos. Y se le cae a uno el alma a los pies al ver esa escalera en Luis Taboada, en la que crece la hierba, que pronto superará en altura a los hermanos Gasol.

¿Pretende ser una metáfora de la situación de la Seguridad Social en España?, ¿se trata de una discreta instalación artística sobre la invasión de la Naturaleza en rincones degradados?

Ya lo advertía Ortega, los valores cambian y en este caso, un edificio como este, en 2016 y en Málaga, rechina. Y otra frase más del intelectual madrileño –que cada uno usa como le viene en gana–: «No es esto, no es esto». Pues eso.

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