El gusto escultórico por el anonimato

16 Jun

El cambio de sitio del monumento a don Ángel Herrera Oria no ha evitado que continúe en el anonimato, sin un cartelito que informe de su identidad.

La disposición final de una escultura en Málaga es puro enigma. Podemos conocer el sitio que ocupará en nuestra ciudad pero no cómo pasará a la posteridad e incluso si pasará.

Ocurrió con la magnífica escultura a Salomon Ben Gabirol realizada por el norteamericano Reed Armstrong en 1969. Con la remodelación que llevó aparejada la zona con la llegada del Museo Picasso, al sabio malagueño le desposeyeron de identidad y pedestal. De un día para otro tuvo que dejar las elucubraciones neoplatónicas para bajar, literalmente, a un suelo de chinos y quedarse hasta sin la placa identificativa. Un auténtico sin papeles en su tierra natal.

Tuvo que llegar la presión vecinal para que el entorno se adecentara y para que el sabio malagueño más importante de toda su historia contara con un discreto pedestal, así como con unas letras que lo identificaran y dejara de ser un personaje de relleno para el entorno de la Alcazaba, que de todo podían pensar los turistas.

Con la remodelación del Postigo de los Abades y la calle Cañón que, mucho nos tememos, terminará sirviendo únicamente para el despliegue del terraceo hostelero, la estatua del cardenal Ángel Herrera Oria abandonó la parte trasera de la Catedral para ser escoltada por un preciosa chorisia, especialmente dignificada y resaltada, hasta el punto de que el árbol, antes engullido por el tráfico, se muestra hoy como la joya botánica que es.

Pero el cambio de emplazamiento no ha supuesto para don Ángel escapar del anonimato. La obra, realizada por José María Palma Burgos, el hijo de Francisco Palma García, fue inaugurada en 1970, tras trabajar en ella durante unos seis meses en su taller de Madrid. Tampoco entonces contaba con inscripción alguna que la identificara.

Puede pensarse que don Ángel es lo suficientemente conocido y por eso no necesita información alguna, como ocurre con la estatua sedente de Picasso, en la plaza de la Merced.

El autor de estas líneas discrepa totalmente. Una cosa es la escultura del pintor más conocido del siglo XX a unos metros de su casa natal y otra la de un dignatario de la Iglesia del siglo pasado. Aunque fuera obispo de nuestra ciudad, el tiempo pasa y no todo el mundo ha sido su contemporáneo.

¿Será identificada alguna vez la escultura de Herrera Oria? Visto el caso de Salomón Ben Gabirol parece que habrá que batallar en los despachos, aunque le puede ocurrir lo que a la máquina de vapor de la avenida de Andalucía y otras toneladas de trastos del patrimonio industrial, todos sin una placa que informe al paseante de lo que tiene delante. En este caso, para muchos visitantes y algunos malagueños, un cardenal desconocido.

Cretinismo bípedo

Un mamífero bípedo ha gastado segundos de su vida en escribir en una fachada impoluta de la calle Beatas y a grandes caracteres: «Esto está mu limpio». El cretinismo marca territorio.

Una respuesta a «El gusto escultórico por el anonimato»

  1. Estimado señor Vazquez: Con todos los respetos , ¿realmente se pierde mucho el mundo si no viene el nombre del clérigo inscrito en el pedestal? Por cierto, me pregunto si alguna vez leeremos alguna de sus piezas de fina y divertida ironía dedicada al número de estátuas de religiosos que tenemos en Málaga y a la frecuencia de salidas procesionales que va adquiriendo tintes caricaturescos. Usted lo expresaría muy bien.

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