Utilizada de taller al aire libre y con una falla repellada con cemento, la plaza de San Pablo, en la Trinidad, necesita una reforma que acabe con su aspecto dejado.
Pocos dudan de que, para un entomólogo o un microbiólogo, pocos lugares hay tan apreciados en Málaga como la plaza de San Pablo, en La Trinidad. Por su variedad de criaturas de un tamaño minúsculo, a veces sólo detectables con el microscopio, este espacio es una mina y no hay que extrañarse si, más pronto que tarde, se publican trabajos en la reconocida revista Science sobre este singular espacio de Málaga.
Y por si fuera poco, se han localizado interesantísimos vestigios sobre los malagueños que vivieron por la zona desde el siglo XIII antes de Cristo hasta que, al otro lado del río Guadalmedina (que entonces no se llamaba así ni por asomo) aparecieron los fenicios en una discreta peninsulita y comenzaron a prosperar.
Pero quitando a entomólogos, microbiólogos y arqueólogos, hay que admitir que la plaza de San Pablo no interesa un pimiento al malagueño medio, y no porque no aprecie este espacio, sino porque pertenece a la dudosa categoría de ágora sucia, por no decir puerca, que, lamentablemente, la define mejor.
El asunto es que muchos malagueños del siglo XXI, que ya no tienen necesidad imperiosa de vivir en cabañas como sus colegas de finales de la Edad del Bronce, han utilizado la plaza como taller mecánico al aire libre. Eso explicaría la profusión de manchas de aceite de todas las tonalidades que adornan el ágora de la Trinidad, de forma que hay que andar atentos, no vayamos a pegarle una patada a una biela o lo que sería más grave, a un cigüeñal.
Eso explicará, supone el firmante, la complicada orografía de este llano, repleto de roturas no sólo detectables por los microbiólogos, con especial intensidad en una especie de falla repellada con cemento cerca de la zona central.
El pasado lunes ofrecía una impresión bastante rara, pues todavía quedaban los restos de una boda reciente, así que entre las manchas de aceite surgía el blanco diminuto del arroz lanzado a los novios.
Este quebrado espacio ha sido además el campo de entrenamiento de los equipos de la asociación cultural deportiva Amigos de la Trinidad, capitaneada por el luchador de Juan Reina, que con la ayuda de la asociación de vecinos del barrio no ha descansado hasta conseguir que el Ayuntamiento ceda un espacio para un próximo campito de fútbol que irá, precisamente, en el lateral derecho de la iglesia de San Pablo (la calle San Pablo), en un solar municipal.
Es de esperar que cuando se produzca la deseada inauguración, que conllevará también la retirada de las redes instaladas desde hace años entre las palmeras centrales, el piso de la plaza de San Pablo se reforme y de paso, a este rincón de la Trinidad se le dote de eso que les encanta decir a los urbanita: «Más espacios de sombra». El aspecto sahariano actual sólo anima a colocarse debajo de la moto y mientras da algo de sombrita, tratar de que no se descuajaringue el cigüeñal.