El refugio de ermitaños de los siglos VII al IX d.C. de la calle Maestro Vert continúa siendo una exposición de matojos y basura que podría perderse.
Puede que en Málaga nos asombremos de la facilidad con la que algunos iluminados por la patria modifican la Historia a su antojo y convierten una guerra dinástica de hace 300 años en una falsa guerra de la independencia catalana. Tampoco podemos tirar cohetes en estos lares, donde la modificación no se realiza en los libros, las soflamas políticas o en los paneles de los museos pero sí sobre el terreno, hasta hacerlo irreconocible.
El verano pasado, sin ir más lejos, La Opinión recorrió con su descubridor, Juan Manuel Muñoz Gambero, el Cerro de la Tortuga, junto a la residencia militar Castañón de Mena, un enclave que excavó de 1960 a 1968.
El paseo deparó el hallazgo de basura y la constatación de que la sustracción de objetos arqueológicos está a la orden del día y que si sigue este proceso vandálico y el recinto no se vigila, en pocos años nos cepillaremos un rincón de Málaga con 2.500 años de Historia, declarado Bien de Interés Cultural y que todavía no ha dicho su última palabra en restos de posibles escrituras más que remotas.
Esta sección lleva muchos años denunciando una situación de abandono en otro rincón, en el casco urbano de Churriana, con la particularidad de que los restos arqueológicos en cuestión son muy reducidos y con un poco de interés podrían mantenerse en un estado digno, sin necesidad de gastar mucho tiempo ni dinero.
Se trata del refugio de eremitas que se encuentra en la calle Maestro Vert, a pocos metros de la nueva biblioteca José Moreno Villa. No se utilizó antes de ayer, el yacimiento fue habitado en tiempos muy anteriores a Maricastaña, durante los siglos VII al IX después de Cristo, en unos tiempos en los que la dominación islámica produjo un auge de ermitaños en busca de reductos aislados y seguros; en este caso una pequeña gruta, descubierta en los años 90 durante la urbanización de la Hacienda Platero.
La Asociación de Vecinos de Churriana ha perdido la cuenta de las veces que ha denunciado el mal estado del recinto así como la presencia de gatos. Hace años que luce pintadas que siguen sin desaparecer, que la basura se ha instalado de forma casi perpetua y que no hay época del año en la que no luzca como una selva impenetrable de matojos.
Sin duda que el Ayuntamiento lo limpia, pero de higos a brevas. Al menos en todas las ocasiones en las que esta sección ha inspeccionado el eremitorio en los últimos seis años estaba hecho unos zorros. Y aunque está vallado, la calle Decano Hurtado y Quintana pasa justo por encima de la gruta, así que cualquier gamberro, con un pequeño salto, ya se encuentra haciendo de las suyas en esta cueva olvidada.
Como esa frase tópica de las películas («Elegí un mal día para dejar de fumar»), la cueva de los ermitaños de hace 1.400 años eligió un mal sitio para preservarse intacta por los siglos de los siglos: la ciudad de Málaga.