Uno de los propietarios de la constructora Genco fue quien puso nombre a este barrio, cuyos bloques están surcados por una maraña irredenta de cables.
A comienzos de marzo esta sección contó el caso del aragonés José María Lobera, funcionario municipal jubilado que hacia el año 82 propuso que el barrio de casas de autoconstrucción al que se fue a vivir llevara el nombre de Monte Dorado.
José María, natural de la zona zaragozana de las cinco villas, más próxima a Jaca que a Zaragoza, y por tanto, acostumbrado a grandes nevadas y frío en el rostro en agosto, al ver ese monte dorado por el sol sacó las conclusiones oportunas y el barrio se quedó como Monte Dorado.
En otros casos, los barrios han nacido por decisión de su promotor. El ejemplo más curioso es el de Luis García Ruti, uno de los dueños de la famosa constructora Genco, que puso el nombre a tres populosos barrios de la Carretera de Cádiz: La Luz, el Jardín de la Abadía y Las Delicias. Con el Jardín de la Abadía, ya sabemos, hubo cierta confusión pues los terrenos donde se levanta este barrio de Huelin pertenecían al jardín de aclimatación del general Francisco Javier Abadía pero no hubiera ninguna abadía por los alrededores.
En cuanto a Las Delicias, el nombre es una paradoja, porque es uno de los barrios con menos zonas verdes pese a los cerca de 3.000 vecinos que viven en él. Tan sólo la plaza dedicada al jesuita Salvador Ponce, el fundador de La Pollinica, da un poco de respiro, porque como en muchas zonas del distrito se optó por la modalidad malaguita del amazacotamiento.
Y Las Delicias, como otros barrios del entorno, padece la maldición de los cables, que se asemejan a poderosas enredaderas que trepan por los bloques de ladrillo visto, como las que cubren los templos olvidados del sureste asiático hasta envolverlos en su abrazo verde.
Pero en este caso hablamos de cables de compañías telefónicas, de electricidad, de televisión… una marea que no podía faltar en calles tan marineras como Trafalgar, Cavite o Alhucemas, recuerdos en el callejero de Málaga de dos batallas perdidas y del famoso desembarco de la guerra del Rif, respectivamente.
Y los cables prosiguen por otras calles en absoluto bélicas, como la dedicada a Manuel Altolaguirre, con un mosaico dedicado a la Nuestra Señora Mediadora de la Salvación –afortunadamente sin cables–. Lo más llamativo es que mucha de esta maraña ya cumplió su función y de los bloques cuelgan cables sueltos, sin oficio ni beneficio, que como el gallego de la escalera se desconoce si suben o bajan.
El contraste más grande lo encontramos en la calle Pintor José de Ribera, porque Las Delicias linda con los bloques blancos y libres en su mayoría de cables de Parque Mediterráneo.
En esta calle se observa además cómo algunos de estos cables, cual plantas vivientes, se introducen a la altura del paseante dentro de los bloques por un agujero en los ladrillos. ¿El siglo XXI acabará con las guirnaldas tecnológicas en las calles de Málaga? Pues pueden empezar por Las Delicias.