Falta en Málaga una historia de la basura, que tan importante papel ha jugado en la evolución de la ciudad, además de un olor importante.
Por las series de forenses, criminólogos y similares, pero también por las novelas de detectives de todo pelaje sabemos que la basura ajena es una pista excelente para averiguar aspectos desconocidos del personaje investigado (y si no, que se lo pregunten a los paparazzis sin escrúpulos).
Pese a la importancia de la basura, falta sin embargo en Málaga una historia de este elemento, un enfoque que daría un punto de vista nuevo a todo lo que los malagueños han largado durante siglos por la puerta de atrás.
Para los historiadores del futuro que quieran adentrarse en tan brumoso escenario, aquí van unas breves pinceladas sobre la basura. Quizás muchos no sepan que uno de los principales motivos para edificar una nueva Aduana en Málaga (la anterior se encontraba en la zona de Puerta del Mar) se debió a la basura: la zona próxima a la Alcazaba era un erial, un enorme depósito de basura que debía oler a perros muertos (presencia que por desgracia tampoco se descarta). Por eso mismo, en el XVIII un ingeniero militar proponía levantar en la zona algunas casas que hermosearan el entorno e incluso una plaza. Ese fue el emplazamiento elegido para levantar la Aduana que, nos anuncian los políticos más optimistas, se inaugurará este año como Museo de Málaga. Les tomamos la palabra.
El pasado domingo La Opinión dio a conocer un libro del académico malagueño de la Historia Francisco Cabrera sobre el ingeniero de Marina Joaquín María Pery y la Málaga de su tiempo. Pery fue el autor de la Farola, y en esta estupenda obra –Joaquín María Pery y Guzmán y aquella Málaga que fue (1800-1835)– se mencionan los serios problemas de los malagueños cada vez que llovía a mares.
Ya no era solo que el Guadalmedina se saliera de madre, es que la torrentera que recogía las aguas que bajaban por Gibralfaro y el Monte Calvario descendía rauda por la calle de la Victoria y desaguaba en el antiguo foso de las murallas árabes de la calle Carretería, que estaba de aquella manera.
Y el problema estribaba en que los malagueños usaban el foso como basurero y cuando llegaban las trombas estaba a reventar de porquería, con lo que el agua, en lugar de desembocar en el mar, se desparramaba por el hoy casco antiguo.
Y si quieren apreciar la basura en forma de estrato geológico, acudan a la laguna de la Barrera, en la Colonia de Santa Inés. Como sostienen los vecinos más veteranos, los escombros que circundan la orilla suponen el fallido intento del Ayuntamiento, en tiempos de Pedro Aparicio, de rellenar la laguna, algo que no lo logró, precisamente, por la oposición de los vecinos y colectivos de Málaga. Del abandono institucional en el que se encuentra esta lámina de agua hablaremos el próximo día.
Como ven, un par de pinceladas históricas que ponen toda la basura producida en Málaga a lo largo de los siglos en su sitio: el cubo.