Algunas calles de la barriada de Las Flores presentan lo más próximo a un tapiz vegetal que se extiende por las losetas. La primavera irrumpe.
Los enormes eucaliptos junto a la calle Albéniz anuncian los bloques de la barriada de Las Flores, construida en 1962. Esta plaza delantera recibe el nombre popular de plaza de Riogordo, por los muchos vecinos de Las Flores que vinieron de este pueblo de la Axarquía y como hace unos años decía una dirigente vecinal, María Antonia Lavín, en verano es «el cuarto de estar» del barrio.
Las Flores ha hecho honor a su nombre y en proporción es uno de los barrios de Málaga con mayor número de árboles y plantas. Da gusto pasear por unas calles con unos ejemplares tan frondosos, entre ellos pinos dignos de los Montes, sin olvidar sus laderas, porque este barrio construido sobre un terreno ondulado, una antigua plantación, sigue teniendo buena tierra en la que se alzan al cielo los falsos pimenteros, las yucas y flores de todos los colores.
Tan bien parecen darse las plantas en ese rincón vecino del Cementerio de San Miguel o tan bien lo mantiene el área de Parques y Jardines, que la frondosidad llega a sus calles y espacios abiertos, en los que en principio hay losetas que no hace falta regar.
Esta semana el firmante callejeó por Las Flores para comprobar que Málaga ha acuñado en este rincón de su suelo urbano el concepto loseta reverdecida, que puede poner un poco de toque ecologista a la Smart City.
La Naturaleza es como un volcán sólo que en lugar de levantar las losetas de calles, como la dedicada al Obispo Pedro de Moya, prefiere transformarlas en una pradera primaveral. Y llegará un momento, si este proceso no se ataja con jardineros especializados, en que las calles de Las Flores conformarán un continuo tapiz vegetal, como si echaran de menos los tiempos en que todo eran tierras de labranza.
Los andaluces solemos exagerar pero si pasean por el barrio juzguen ustedes, sobre todo en el momento en el que sientan una alfombra mullida bajo los pies.
La llegada
Y siguiendo en los alrededores, en la explanada de entrada al Cementerio de San Miguel, en la plaza del Patrocinio, continúa separada de los vándalos por vallas la fuente del Tempus Fugit, que como alguna vez hemos comentado en esta sección, en los últimos años servía para depositar en el pilón de mármol piezas de coches, latas y una abanico muy amplio de basura.
Por eso, resulta emocionante ver la fuente a pleno funcionamiento, con los dos grifos soltando agua. A la fuente, coronada por un reloj de arena, le llegó la hora.