La plaza de las Cofradías cuenta con una pared ennegrecida por los grafitis más sandios, así como con otras pintadas realizadas a muchos metros de altura.
El otro día hablábamos de las calles Canasteros y Mosquera, lóbregas y deprimentes vías que aunque permanecen ancladas metafóricamente en los años 40, bien pueden tener una aceleración temporal y alcanzar el 2016 si les ocurre lo mismo que a la calle Andrés Pérez, revitalizada en buena parte gracias a los propios vecinos. Por cierto que en la calle Canasteros sobrevive un panel de cerámica de 1968, realizado por Ruiz de Luna, quizás por Juan o su hija Amparo, que recuerda que en esa calle «vivió, cantó y murió Antonio Ortega Escalona, el gran cantaor conocido como Juan Breva» –el panel fue un encargo de la Peña Juan Breva-.
En cuanto a Mosquera y sus posibilidades de recuperación, tiene la ventaja de contar con unas vistas impagables de la torre de la iglesia de los Mártires, que casi se puede tocar con la mano, pero ahora mismo da pena pasar delante de un antiguo restaurante, con la fachada con otro panel de cerámica, en esta ocasión con motivos de Málaga, aunque cubierto de pintadas. La torre de la Catedral es de lo poco que asoma en ese mar de la egolatría chunga que son los grafitis de cuarta categoría, los que se limitan a plasmar el anagrama o apodo del cabestro de turno.
Es un problema que se prolonga si recorremos la calle antes mencionada, donde vivió Juan Breva, la calle Canasteros, y desembocamos en la sobria plaza de las Cofradías, que parece un rincón de Castilla la Vieja, con la excepción de la hilera de acebuches.
Sería un lugar espléndido, con esa mezcla de arquitectura moderna y el lateral del Hospital de San Julián, pero los homínidos malaguitas han dado buena cuenta de un lateral de la plaza hasta colonizarlo con sus aerosoles. Hablamos de homínidos que añoran su pasado arborícola porque justo en una esquina contemplamos con asombro que las pintadas han sido realizadas a muchos metros de altura. Con sus manos prensiles han logrado escalar por los huecos de la fachada trasera del aparcamiento municipal de Tejón y Rodríguez, al tiempo que se jugaban el tipo, hasta conseguir su objetivo: hacer el ridículo por todo lo alto.
En la algarabía de garabatos que ocupa todo el lateral de la plaza sólo se adivina una frase, que parecen haber seguido al pie de la letra los autores de esta afrenta pictórica: «Distrae tu ignorancia». La distracción continúa en la vecina calle Hernán Ruiz, donde los grafiteros se han empleado incluso con mayor saña, hasta trasformarla en una de las calles más feas de España, y no por méritos propios.
En resumen, un desfase de los grafiteros que además de ensuciar con gran intensidad el espacio han incorporado a la plaza de las Cofradías un peligroso rocódromo. Para escaladores con resaca y un punto de desquiciamiento prehistórico.
Calle Larios
Franquicias del siglo XX en una calle del XIX.
¡Anda, y yo siempre había creído que la Plaza de las Cofradías era la llamada De la Constitución! Si «Ninguna confesión tendrá carácter estatal…», según el Artículo 16, apartado 3, de la Constitución Española de 1978, ¿por qué hay tanta Plaza de Jesús «El Rico», Puente de la Esperanza, imágenes en azulejo en las fachadas, Grandes carteles anunciando Coronaciones Canónicas (subvencionados por La Casona del Parque), etc., etc.? Y la suciedad dejada por las velas de las procesiones tiene que limpiarla el Ayuntamiento CON NUESTRO DINERO, seamos creyentes, no creyentes, musulmanes, chinos o mediopensionistas. ¿Aconfesionalidad o «Propaganda Fides»?
Juan José Ramos López.
Precisamente por encontrarnos en un Estado aconfesional, en la que «ninguna confesión tendrá carácter estatal» significa que cualquier religión o creencia tiene cabida. Es todo lo contrario al laicismo. Es decir, que si yo propongo en el Ayuntamiento que nombren a una calle «Calle del profeta Mahoma», tengo todo el derecho a pedirlo y deben de hacerme caso, siempre que consiga el apoyo suficiente. Hay que leer con más atención.
La segunda parte de su comentario denota que lo que siente es odio y asco por la religión, simplemente, y que le importa un carajo la suciedad de nuestra ciudad, que es de lo que trata el artículo. Sepa usted que esa cera que «pagamos todos» cuesta mil veces menos que limpiar la suciedad de la feria, del carnaval o de las múltiples fiestas y actividades al aire libre durante el año en la ciudad de Málaga, ¿ese dinero no le importa? Sepa también que esa proporción de limpieza de cera es superada con creces por los beneficios que se ganan gracias a la Semana Santa. Y eso obviando el enriquecimiento que supone para nuestra cultura tal tradición, retablos, azulejos… ¡Y la de familias que comen de eso, oiga!
Así que, por favor, lea e infórmese mucho antes de escribir, es necesario para no quedar mal con tales comentarios.
Por cierto: la Plaza de las Cofradías se encuentra en calle Comedías. Son dos plazas distintas. Le repito que hay que leer.