De cómo manipular el tiempo en el Centro

6 Abr

Pese a que en principio el pasado no se puede cambiar, una calle del Centro Histórico lo ha logrado y eso es un motivo para la esperanza.

¿Se puede cambiar el pasado?, salvo los protagonistas de El Ministerio de Tiempo y los independentistas catalanes, nadie puede. La Guerra de los Cien Años, la Armada Invencible, la llegada del Hombre a la Luna, la actuación de Remedios Amaya en Eurovisión… el pasado permanece inmutable lo queramos o no pero también hay recovecos, caminos intermedios con los que burlar esta inmutabilidad.

Se puede ver de esta manera lo acontecido con la calle Andrés Pérez, en el Centro Histórico. Como recordarán, hasta hace unos años, mientras el tiempo corría para la inmensa mayoría de Málaga, la calle Andrés Pérez permanecía anclada en los años 40 del siglo pasado. No había forma siquiera de que experimentara en sus carnes los años 60… y de los 70 ya ni hablamos.

Por eso, el paseante que se adentraba por este estrecha vía solía experimentar el escalofrío de la posguerra mientras atravesaba una calle oscura y degradada, un antro decadente de otros tiempos.

El panorama comenzó a cambiar con la llegada de un bonito anticuario, La Casa del Cardenal, artífice de una asociación de vecinos que ha embellecido la calle y ha atraído negocios novedosos. Gracias a la acción de los vecinos la calle pasó en un lustro de los años 40 a 2016, un ajuste temporal que le ha colocado al mismo nivel que la mayoría de calles de Málaga.

Mayoría porque todavía quedan algunas, muy próximas por cierto, en las que nos podemos topar, no con un guiri con smartphone sino con Agustín de Foxá de visita en nuestra ciudad. Los años 40 siguen muy presentes, por ejemplo en la calle Canasteros y poco importa que cuente con edificios de décadas posteriores. Se trata del ambiente decadente, presidido por un bonito edificio abandonado que hace esquina con calle Comedias y que parece tener prisa por ser declarado en ruina, pues luce la mayoría de sus ventanas abiertas y no parece que sea para airear la casa. Al lado hay un solar y en el cielo, cables y más cables, esa Málaga tercermundista que cuelga sobre nuestras cabezas, para vergüenza de las modernísimas y millonarias compañías de electricidad y teléfono.

Otra calle que no ha salido de la España que conoció Eva Perón tiene de fondo la iglesia de los Mártires y muchas de las fachadas de sus edificios están copadas por pintadas tan horrendas como las greñas de Donald Trump –que debió postularse a presidente de EEUU por el Partido Demócrata, pues para eso su símbolo es el burro–. Nos referimos a la calle Mosquera, que aunque por su aspecto actual el nombre evoca algo relacionado con las moscas, en realidad ostenta el apellido de uno de los responsables de los Repartimientos de Málaga, en tiempos de los Reyes Católicos.

Puede que las calles Mosquera y Canasteros estén arrinconadas en plena posguerra, pero hay motivos para la esperanza después del ejemplo de Andrés Pérez. El pasado se puede manipular sin necesidad de estar en una serie de televisión o ser un pata negra de la patria catalana.

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