Dan ganas de sustituir las palabras del precioso jardín vertical por la verborrea del capitán Haddock, pensando en los merluzos que se las están cargando.
Hace seis años ya que el Ayuntamiento de Málaga realizó en la plaza del Pericón, muy cerca de la calle Carretería, una actuación con la que desmostró que la arquitectura moderna tiene cabida en el Centro Histórico siempre que no se haga el salvaje (al respecto, examínense las dimensiones escandalosas del cansino hotel de Moneo).
Financiadas en un 70 por ciento por la Unión Europea y el resto por el Ayuntamiento, las obras en la plaza dejaron atrás bancos pintarrajeados y un espacio en el que el paseante sólo pensaba en salir por pies cuanto antes.
Además de una ludoteca –la parte del león de los dineros– lo más llamativo es sin duda la pared con el jardín vertical, que cubre la mitad de una pared de 600 metros cuadrados, mientras la parte de abajo es un murete metálico, de acero corten, adornado con palabras que parecen salidas de un libro de Paulo Coelho –«Abrázame», «infinito», «albahaca», «nebulosa»– pero también con otras que recuerdan una rueda de prensa conjunta de Van Gaal y Mouriño: «Necio», «impío», «atroz», «prescindible»….
Se trata de una solución que aunque no es original en España, si se adoptara en otros casos podría hacer olvidar la presencia de medianeras horrendas, que por desgracia tanto abundan en una ciudad como la nuestra, especialmente inclinada a practicar un Urbanismo de tercera división que bebe en las mismas fuentes que los urbanitas de la Atenas….moderna.
Cierto que mantener estas plantas cuesta lo suyo pero no me digan que no sería una solución bonita para, por ejemplo, cubrir todas las medianeras junto al tunel de la Alcazaba y frente a ladera ajardinada de la fortaleza árabe. La presencia actual de esta colección de paredes descascarilladas no puede ofrecer un contraste más grande.
Pero el paso del tiempo, como apunta una de las palabras del mural, es «inexorable» y de hecho, aunque Stephen Hawking ha estudiado el tiempo a fondo, no ha constatado que su transcurso, ante uno de nuestros vándalos plantígrados, pasa más deprisa. Y si no, hagan la prueba: muestren una pared impoluta a un homínido follonero y al cabo de solo una hora la pared dará la impresión de tener varios siglos de vida y no los habrá pasado en la mejor de las condiciones.
Pues esto es lo que pasa con la parte metálica del precioso jardín vertical. Como las letras están recortadas en el mural, comienzan a faltar, y hay que ser muy borrico para arrancar o doblar letras de acero corten, pero así se las gasta el vándalo medio. Y claro, han aprovechado el hueco dejado por una ene gigante para depositar dentro la basura.
Por eso, aunque sea políticamente incorrecto, dan ganas de que el próximo jardín vertical, en lugar de palabras escogidas al azar del diccionario, exhiba las que el famoso capitán Haddock dedicaba a sus contrincantes. Ya saben, de bachi-bozuk y ectoplasma de mejillón para arriba. Por lo menos, para que los que más se arriman a este tipo de letras se culturicen.