La luna que sólo rompía el Cautivo y otras historias

22 Mar

Hoy recordamos algunas anécdotas de Semana Santa contadas hace más de 30 años por conocidos cofrades para el programa Cruz Guía de Radio Popular.

El pasado domingo La Opinión recogió en un reportaje algunos retazos de los programas de radio más interesantes que conserva el completo Archivo de la Agrupación de Cofradías. En concreto, se trata de un año de grabaciones del programa Cruz Guía de Radio Popular, que se emitió entre marzo de 1981 y 1982. Recién salidos como quien dice del intento de golpe de estado del 23F y a punto de disfrutar de un mundial de fútbol en España. En resumen, en plena época de la serie Cuéntame.

Como curiosidad, al final de cada programa un conocido cofrade contaba una anécdota semanasantera. Y así, Pepe París, del Cautivo, recordó que en la calle Carril había una zapatería, ya cerrada en ese inicio de los años 80, que tenía el escaparate un poco saliente. Como resultado, cada vez que pasaba el trono del Cautivo, le rompía la luna del escaparate.

Así pasó un primer Lunes Santo y un segundo. Al tercero, el dueño de la zapatería había puesto una manta sobre la luna y el siguiente cartel: «El único que me lo rompe es el Cautivo». Ni una protesta del comerciante, que al final pudo meter un poco más adentro el escaparate y librarse de la rotura de cada Lunes Santo.

También habló Fernando Duarte, mayordomo por entonces de la Virgen de Consolación y Lágrimas de la Sangre que recordó el encargo que le hizo a última hora a un sastre para que le hiciera unas túnicas a unos niños. «Me dijo que las túnicas las tendríamos a tiempo». Pero el Miércoles Santo no estaban «ni a las 12 ni a las 5 tampoco». Y ya con el Cristo en la calle y los niños sin vestir, por fin cuando el Cristo iba por la Tribuna de los Pobres llegaron las túnicas. «Tuve que vestirlos deprisa y corriendo, algunos con los capirotes al revés». Estrés semanasantero hasta el final.

Y estrés tuvo que tener Pepe Olmo, mayordomo de la Virgen del Gran Poder, de la Misericordia, cuando por la calle Carretería, el jefe de sección le llama para que buscara al hermano mayor y le comunicara que se había roto un varal. Cuando lo localizó, cuenta que el hermano mayor estaba nervioso, lo que aumentó el nerviosismo del mayordomo y así, «él nervioso y yo más nervioso todavía», al tiempo que el hermano mayor le preguntaba que qué pasaba, Pepe Olmo terminó informándole de que el varal de la Virgen se había roto cantando. «Por la tensión nerviosa, se lo dije cantando».

Para la última anécdota no diremos el nombre de la cofradía por razones que entenderán. Ocurrió en la Semana Santa de 1980, un grupo de hermanas cofrades se presentó en el tinglao de la época con la intención de ayudar en lo que se pudiera.

Un responsable de la cofradía les pidió que trajera cada una un clavel para el Cristo. Volvieron con una montaña de claveles de casi todos los colores. Poco después se conoció la noticia de que varias cofradías habían echado a faltar claveles listos para sus titulares. Exceso de celo.

Feliz –y a ver si despejado– Martes Santo.

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