Mientras el paseo de la ladera de la Alcazaba sigue cerrado al público, los campanilleros disfrutan de un paseo más barato sobre una acequia cubierta.
Ayer esta sección habló de los aspectos antropológicos que podían deducirse de un balcón psicotrópico con vistas a la suave loma de Campanillas que desciende hasta el arroyo de la Rebanadilla y la vega del río Guadalhorce, que se adivina detrás.
Lo de balcón psicotrópico hacía referencia al cubículo blanco en mitad de una escalinata, que une las calles Jacob y Fausto, y que está atiborrado de pintadas que parecen haber sido realizadas por jóvenes presa de alguna sustancia alucinógena.
Pero no nos quedemos sólo con la anécdota del porrito como inductor artístico porque paralela a los requiebros que da la calle Jacob, que cuenta con un pequeño bulevar de álamos, con la moderna parroquia de Nuestra Señora del Carmen al fondo (construida en 2003) y muy cerca de este cubículo nos encontramos con una acequia embovedada. Como informa la asociación de vecinos de Campanillas, se trata de una acequia de regantes de la Agencia Andaluza del Agua que viene de la zona de Santa Rosalía Maqueda y llega hasta Los Manceras y Las Castañetas.
Por cierto, que el Ayuntamiento de Málaga sigue mencionando mal este primer barrio, al que denomina Las Manceras, cuando en realidad hace referencia a los miembros de la familia Mancera y por tanto son Los Manceras, como dejó constancia La Opinión el pasado otoño con un reportaje sobre los antiguos propietarios de estas tierras. No es la primera vez que el Consistorio nombra un barrio como le da la real gana, sin respeto por su historia, así que de poco hay que sorprenderse.
El tramo de acequia cubierta nos lleva por un lado a las inmediaciones de la parroquia del Carmen, donde nos topamos, fuera del terreno parroquial, con con unos matorrales en donde descansa un sofá despanzurrado.
Es difícil imaginar al borrico que se deshizo de este mueble de su propiedad dejándolo caer ladera abajo como quien se desprende de la ceniza del cigarro… y a otra. Estos seres existen.
Y es cierto que se pasa por delante de un enorme casetón con una pintada bien chunga («Zona Eros»); por los restos de un cartel oxidado de publicidad y que hay evidencias, por medio de botellas y latas, de que algunas personas practican la contemplación etílica, pero el paseo está rodeado por un campo en flor, y hay vistas maravillosas a lo largo de esta acequia desde la que vemos Alhaurín de la Torre y la Sierra de Mijas.
Termina este paseo con la reaparición de la acequia a cielo abierto justo cuando surge a la izquierda una carretera que no tiene en cuenta a los peatones pues ni arcenes tiene.
Este paseíto gratificante, apenas unos 250 metros, contrasta con la parálisis administrativa de algo similar, pero muchísimo más caro, en el Centro Histórico: el paseo por la ladera de la Alcazaba pagado con fondos Feil (600.000 euros costó el invento). Han pasado seis años y ni el Ayuntamiento ni la Junta se ponen de acuerdo. Conjunción estelar de pellas. Y así nos va.