La huelga de Limasa ha servido para que miles de malagueños envidien las condiciones laborales de los trabajadores y para meditar sobre tanta basura.
Estos sufridos días de huelga de Limasa los malagueños más veteranos habrán recordado que no hace tanto, en Málaga apenas se tiraba nada a la basura, tan sólo la llamada basura orgánica y eso siempre que se tratara de alimentos mondos y lirondos a los que fuera ya imposible hincarles el diente. Además, no había que pensar en los envases porque casi todo se adquiría a granel en las tiendas y las botellas se reutilizaban.
Hace un par de años el periodista y locutor Guillermo Jiménez Smerdou, nuestro columnista de lujo, escribía acerca de cómo era la recogida de basura en nuestra ciudad en los años cuarenta del siglo pasado. Para empezar no había contenedores y la recogida se hacía puerta a puerta. El barrendero llamaba a las casas y recogía en una cesta de esparto los deshechos orgánicos, las mondas de patatas, restos de frutas y verduras y luego las tiraba sin más protocolo en un carro aparcado en la calzada, pues poco tráfico había que interrumpir por esos años.
La recogida, por supuesto gratuita, tenía como destino final los cerdos, un ganado que en los arrabales se alimentaba de todo este popurrí de las casas malagueñas. Había, recordaba Guillermo, incluso barrenderos que pagaban a las amas de casa por conseguir la basura, así que ya ven si han cambiado los tiempos.
La llegada paulatina del plástico, de todo tipo de envases y del consumismo fue engordando la bolsa de la basura hasta las proporciones actuales.
Si de algo ha servido la huelga, además de para que miles de malagueños envidien las condiciones laborales de los trabajadores de Limasa –antes incluso de lo conseguido en las últimas negociaciones–, ha sido para que calibremos lo mucho que largamos por la puerta de atrás, y no es ninguna metáfora digestiva. Delante de nuestras narices, en todos los barrios, ha ido creciendo una criatura gigante de bolsas de plástico que, de haberse engendrado en tiempos de la Grecia antigua habría dado lugar a leyendas de monstruos de fauces hediondas y profundos ojos negros. Pero con el plástico no cabe la mitología. Lo único que ha evitado en gran parte imágenes vandálicas de especímenes malaguitas espurreando de forma gratuita la basura –ocurrió en la huelga de 2002– ha sido, más que el comportamiento cívico, el que esta huelga no haya tenido lugar en el arranque del verano como entonces, con altas temperaturas
Hace unos días un veterano comerciante del Centro preguntaba a un servidor por su opinión con respecto a esta huelga. Y la verdad es que uno podía entender sus reivindicaciones laborales hasta el pasado domingo, sexto día de huelga, cuando el Ayuntamiento les concedió buena parte de sus reclamaciones. Lo que ha seguido ha sido una semana de perjuicio gratuito para Málaga, una movilización sin sentido que ha multiplicado los dragones de erizados lomos negros pero también algunos san jorges que han querido poner en jaque a la fiera.