Pasaron los tiempos en los que Televisión Española era capaz de llevar a la pequeña pantalla maravillosas adaptaciones de obras de teatro clásicas y modernas. Hace tiempo que se esfumaron las genialidades de Narciso Ibáñez Serrador o los documentales de El Hombre y la Tierra.
Quizás eso explique que los directivos actuales, auténticos faros de la cultura española, hayan promovido un concurso en el que la canción elegida para competir en el festival de Eurovisión sea una interpretada de principio a fin en inglés. Esta es la gran aportación intelectual de Televisión Española al 400 aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes que se celebra este año y que, por lo que parece, no les deja ni conciliar el sueño.
Esta misma semana el director de la Real Academia Española, Darío Villanueva, lamentaba el complejo de inferioridad de la medida. Y uno se acuerda de tanto empresario malaguita reconvertido en emprendedor –a fin de cuentas es lo mismo que empresario pero sin connotaciones negativas– y que se ha vuelto experto en discursos híbridos horrendos porque están salpicados de palabros ingleses (cluster, hub, brainstorming, workshop, networking…). Por eso, servidor concluye que en Andalucía, como hablantes de español que somos, padecemos un doble complejo de inferioridad.
En primer lugar, el caso mencionado, que nos empuja como en el resto de España a echar mano de palabros ingleses que la mayoría de los casos chapurreamos y no sabemos ni lo que significan. En teoría, para aportar prestigio a nuestro discurso, cuando la realidad es que el oyente lo que recibe en muchas ocasiones es una jerga ininteligible que hasta podría mejorar un indio apache que no conociera nuestra lengua.
En segundo lugar, el complejo de inferioridad del hablante andaluz, mayoritario entre los locutores de radio y televisión de Andalucía (Málaga, por desgracia, incluida) pero también entre muchos políticos de nuestra comunidad, que piensan de forma totalmente equivocada que el español que se habla en Andalucía es un error de dicción que debe corregir el logopeda.
Ignorantes de que ningún acento es mejor ni más prestigioso que otro, como recalcan los lingüistas, y que lo importante no es pronunciar con acento de Vallecas «plaza de la Mercez» sino hablar con claridad y sin errores gramaticales (y ahí está el laísmo de Castilla o el dequeísmo catalán), posiblemente seamos la única comunidad autónoma de España con estos dos complejos de inferioridad tan en boga –que uno sepa, ningún locutor catalán ha ido al logopeda para dejar de pronunciar con tanta fuerza la ele, y hace muy bien–.
Y estas modestas reflexiones, y no es complejo e inferioridad, las realiza un servidor, como en otros años, en vísperas del 28-F. Feliz Día de Andalucía y un cariñoso saludo a los directivos de TVE. Qué tranquilidad da saber que estamos en buenas manos.
En gran medida es muy cierto lo que dices, Alfonso.
Tu artículo, por otra parte, y ya que has citado una opinión de los lingüistas que viene muy a cuento, me ha recordado unas clases que en tiempos recibiera, en la Facultad de Granada, de un gran estudioso y excelente profesor, que era Don Manuel Alvar (padre), y donde se razonaba que la sintaxis del andaluz en lo que al vocalismo atañe, nada tenía que envidiar a la del castellano.
El andaluz en eso parece un remedo de lo que criticara y describiera ese otro gran hombre de cultura que era Octavio Paz a propósito del mejicano como individuo en su «El laberinto de la soledad».
Gracias por cuanto escribes, Alfonso.