La extinción de zonas verdes en el entorno de la calle Cañón, paradójicamente permite ver mejor las hierbas y flores en los muros más vetustos.
Ha coincidido en el tiempo la exposición que la Diócesis de Málaga ha dedicado al cardenal Ángel Herrera Oria en el Palacio del Obispo con el regreso de su monumento a la nueva explanada surgida de la remodelación de la calle Cañón y el Postigo de los Abades.
La obra la realizó el afable escultor malagueño José María Palma Burgos, fallecido en 2013 y que era gran amigo de Félix Revello de Toro. El escultor era a su vez hermano de Francisco Palma Burgos e hijo de Francisco Palma García. Como curiosidad conservaba un pequeño crucifijo con una astilla del Cristo de Mena original y que tras ser quemado en el 31 su padre se encargó de tallar de nuevo.
Como contó a La Opinión en 20o3 en su piso de Fuengirola, realizó la escultura de Herrera Oria en 1970 por encargo del alcalde Antonio Gutiérrez Mata, dos años después de la muerte del cardenal. La realizó en unos cinco o seis meses y el propio artista eligió el emplazamiento para esta obra de bronce de 2,80 metros de altura. El día de la inauguración cuenta que pensó: «Ya he dejado una cosa hecha, ya puedo irme tranquilo».
La última reforma municipal ha eliminado el jardincito que rodeaba al monumento pero también, todo hay que decirlo, la zona de motos prensadas –más que aparcadas–, tal era el número de vehículos que se daban cita. La escultura se ha adelantado unos metros hasta colocarla a la altura de una enorme chorisia, mientras que las palmeras alicastrum que había en una rotonda son las que ahora están alineadas en la cuesta de la calle Cañón.
El resultado es bonito y al mismo tiempo desangelado, afín a la querencia de la Gerencia de Urbanismo por el mármol de Sierra Elvira (o similares) antes que por los jardines, como vimos hace un par de días en esta sección en la desgraciada intervención de la calle Huerto de Monjas.
En el entorno sigue fallando la presencia del Garaje Catedral, que parece diseñado por el enemigo para desgraciar este rincón tan hermoso de Málaga.
Pese a la llegada de naranjos y bancos al Postigo de los Abades, este cruce de dos vías sigue ofreciendo un panorama bastante desértico. Lo paradójico es que, el objetivo final, que ha sido permitir que se vea mejor esta parte a medio construir de la Manquita (valga la redundancia lo de a medio construir) ha hecho posible que se aprecien mejor los jardines verticales catedralicios, que hasta ahora han pasado muy desapercibidos. Hablamos de la profusa vegetación que en estos días puede verse en los vetustos muros de la Catedral, sin duda de los más antiguos pues la Manquita se comenzó por la girola, la parte de atrás.
Así que por una parte el Ayuntamiento reduce las zonas verdes en este enclave y por otro la Catedral se llena de florecillas moradas, ajenas a la moda de las praderas de mármol. Ustedes no lo creerán pero cuentan que la estatua de don Ángel ha guiñado el ojo ante el prodigio.