El número 24 de la calle Ollerías, esquina con la calle Cabello, ha dejado atrás la estética decimonónica y luce unas recuperadas pinturas murales del XVIII.
Al hilo de cómo está quedando el jardincito de la calle Huerto de Monjas, en la crónica de ayer dimos cuenta de cómo, en pleno siglo XXI, todavía quedan en el Ayuntamiento de Málaga seguidores de Atila y su caballo, empeñados en sustituir toda brizna de hierba por adoquines o mármol de Sierra Elvira, por lo que confunden el arreglo de las calles con la reducción del ratio de zonas verdes por habitante.
Por eso mismo y para levantar los ánimos hoy dejaremos las complejidades y los complejos municipales para acercarnos a una preciosa casa de la que ya se sospechaba hace más de un lustro que tenía pinturas murales. Se encuentra precisamente en una zona con gran densidad de pinturas murales del XVIII como son la calle Ollerías y la calle Cabello, pues hace esquina con las dos (Ollerías, 24 y Cabello,1).
Antes de que estas hermosas pinturas salieran a la luz la vivienda de tres plantas, con la planta baja pintada de blanco y las dos superiores de amarillo despintado por el sol, tenía el aspecto de una vieja casa adaptada a los gustos estéticos del XIX, en especial por la presencia de unas artísticas molduras en el dintel de las ventanas del piso central.
La restauración de la casa ha confirmado la presencia de pinturas murales, la forma más barata de ostentación en la Málaga del Siglo de las Luces, pues en lugar de encargar esos mármoles con los que la Gerencia de nuestros días tapa los jardines, se pintan columnas, dinteles y capiteles y el resultado no desmerece en absoluto. La casa, de color ocre, ha eliminado la huella decimonónica y parece que de ella acaba de salir Martín de Aldehuela a echar un vistazo a la vecina fuente de los Cristos.
Un detalle muy bonito es que en el lateral que da a la calle Cabello y del que se han eliminado algunos hierros y cables (salvo uno que hace de guirnalda de bienvenida de la calle) hay un medallón con las fechas 1791-2015 –posiblemente la fecha de construcción de la vivienda y su estupenda rehabilitación– así como los nombres de Dolores Madrid Arias y Antonio López Blanca, que si son los responsables de este Cámbiame tan afortunado hay que felicitarles.
Esta obra, en cierta manera, nos redescubre las posibilidades de mejora de la calle Cabello, que al valor del empedrado artístico y la envidiable vista del lateral de San Felipe Neri hay que unir la seguridad de que saldrán más pinturas murales –el Ayuntamiento contaba cuatro viviendas más con ellas además de la mencionada–.
Y lo importante es que con estas mejoras, más tarde que pronto podría dejar de existir un solar infecto en la acera impar, que comparte su suciedad con la vecina calle Parras. Ánimo.
Coche con vitamina C
Ayer, frente a la iglesia de San Lázaro, al parabrisas trasero de un coche, que estaba roto y lucía como el bauprés de un barco, algún bromista le pinchó una naranja. El coche vitaminado, qué le vamos a hacer.
En relación a su artículo de la casa de Ollerías del siglo XVIII me parece muy bien la misma, pero como ya denuncié en su día, para hacer tal rehabilitación se quitó una antigua columnita de marmol policromado que había en calle Cabello que no ha sido repuesta. ¿Donde está dicha columnita? ¿En casa de que político ha acabado?
Es de agradecer la recuperación de éste edificio con sus pinturas murales incluidas. Pero faltan los canalones vidriados. La cornisas quedan desnudas sin ellos.