El otro paseo de Sancha: un camino de cabras

11 Feb
Calle Mari Sancha.
Calle Mari Sancha

Cuentan que Felipe III, al ver desde el desaparecido Alcázar de Madrid a un estudiante partido de risa mientras leía un libro, comentó que el estudiante o estaba mal de la azotea (no lo dijo en esos términos, claro) o estaba leyendo El Quijote.

Es muy posible que Miguel de Cervantes también se partiera de risa al comprobar cómo este espléndido libro de humor, con el paso de los siglos, ha sido elevado a los altares hasta considerarse el símbolo de las esencias patrias, sin olvidar el trajín de nuestros días para localizar sus huesos.

Y sin duda, contemplaría divertido y con cierto estupor cómo un par de calles dedicadas en Málaga a sendos personajes de su obra más conocida son en realidad caminos de cabras dignos del siglo en que nació, el XVI, pues incluso para el XVII –cuando se publican las dos partes del Quijote– resultan ya atrasados.

Estas incomprensibles y bochornosas calles municipales se encuentran en la parte alta de Colmenarejo, un barrio del distrito de Campanillas del que este diario habló la semana pasada por una plaga de procesionarias en su plaza principal.

Las dos calles prodigiosas son las dedicadas a Mari Sancha, la hija de Sancho Panza y a Malambruno, el gigante que Don Quijote y su escudero trataron de localizar subidos a la grupa del caballo Clavileño.

Porque llega un momento en que la civilización se paraliza y la calle Mari Sancha se convierte en una estrechísima senda de tierra perlada de cacas de perro ya que por desgracia se ha convertido en el parque canino del barrio.

Si recuerdan la escena del agobiante basurero galáctico de La Guerra de las Galaxias, tendrán una idea de la estrechez, pues quien avance por esta trocha casi roza con los hombros los muros de casas colindantes y la valla de una huerta. Los propietarios, por cierto, no tendrían problema en ceder espacio para ampliar la vereda, señala uno de ellos. Este camino, cuentan los vecinos, es el que utilizan a diario los niños para ir al colegio así que si llegan sin matauras y con las suelas limpias será un milagro.

La calle Mari Sancha cede el nombre a la calle Malambruno, pero el panorama no mejora: se trata de una empinada cuesta en pleno campo y el único signo de urbanización a la vista es una farola en mitad de la nada.

Calle Malambruno

El paseo del firmante por estos caminos del Siglo de Oro tuvo lugar la semana pasada junto con la concejala socialista Estefanía Martín Palop y José Ángel Moreno, presidente de una de las dos asociaciones de vecinos de Colmenarejo.

El dirigente vecinal se quejaba de que, con la excepción de la piscina municipal, que casi ha estado más tiempo cerrada que abierta (el pasado verano sólo se abrió en agosto, precisa), en este barrio no se ha hecho ninguna obra importante desde tiempos de Pedro Aparicio.

Las dos calles quijotescas evidencian desde luego que se puede hacer mucho todavía en Colmenarejo. Tiene un paseo de Sancha que no lo querrían ni los motoristas del París-Dakkar.

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