Ventajas del vallado, aunque sea perimetral

10 Feb

El Parque Litoral ha visto cómo han disminuido de forma drástica las incursiones de homínidos malaguitas desde que está vallado y con horario.

La plaga lingüística de las expresiones pedantes ha puesto de moda en los ayuntamientos y diputaciones de toda España una frase tan repelente como «vallado perimetral». Y así, cuando se valla un parque no se conforman con decir que se ha vallado sin más, es necesario añadir que el vallado ha sido perimetral, no vaya a pensar el usuario de a pie, alma cándida, que la valla pasa por en medio como la de Gibraltar.

En su día el Ayuntamiento de Málaga, tentado por esta moda funesta, informó del «vallado perimetral» del Parque Litoral o Veinticinco de Noviembre, en el extremo oeste de Málaga.

Pues bien, dejando aparte el perímetro del asunto, el vallado está funcionando. Así lo confirmaba hace unos días uno de los barrenderos del parque a primera hora de la mañana. Pese a lo tempranero, no se apreciaban demasiadas huellas vandálicas. La valla (alrededor del parque, claro) ha dejado bajo mínimos las acciones de exhibición tribal, de paso de la adolescencia a la juventud todavía con las neuronas a medio cocer, a la vista de la basura dejada como recuerdo.

Como destacaba el barrendero, son muy pocos los vándalos que saltan la reja nada almonteña del Parque Litoral para hacer de las suyas y el hecho de que cuente con un horario de apertura (de 8 de la mañana a diez de la noche en horario de invierno) ha frenado el constante ir y venir de homínidos con estudios pero sin educación.

Recordemos que una de las gestas de estos plantígrados fue confundir con un júas de la Noche de San Juan el precioso parque infantil sobre un cerro, coronado por una enorme volaera, y prenderle fuego.

Repuesto tras la gamberrada, que su dinero público costó, el precioso parque infantil, con vistas magníficas a esta zona de Málaga desde la que se otea la antigua chimenea de La Térmica, exhibe un aspecto fantástico salvo una pintada que emparenta directamente con la importante reserva de gorilas de Ruanda: «El puto macho alfa», con perdón. A pocos metros, en otra pintada con la misma letra gorilácea, ya en el balcón de madera, se aclara el enigma: «Raúl el puto amo».

Resulta cuando menos curioso cómo los machos alfa malaguitas tienen esa obsesión tan grande por marcar su territorio. Ni que estuvieran negociando la Presidencia del Gobierno.

Por lo demás, el símbolo del parque, una enorme gaviota oxidada (¿acero corten?) en la que algunos quisieron ver el símbolo del Partido Popular, despliega sus alas sin pintadas y en este parque con mucha más hierba que árboles, lo que supone un problema en unos tiempos de calentamiento global, las que campan a sus anchas, vandálicas sólo en lo que respecta al ruido, son las cotorras argentinas y también los mirlos.

El vallado perimetral en forma de verja ondulante no impide que los pájaros entren y salgan a su antojo. Y que sea por muchos siglos.

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