El Ayuntamiento construye varios campos de petanca en una de las tres parcelas municipales del Romeral que permanecían como en la última glaciación.
Una leyenda urbanística malaguita completa la creación del mundo en seis días asegurando que de esos tiempos remotos, en El Romeral permanecen tres grandes parcelas públicas que los siglos no han conseguido transformar.
Y así, pese a los cambios producidos en tantos milenios, a las sucesivas glaciaciones y a los choques de las placas tectónicas –como hemos podido comprobar no hace tanto y sobre todo en Melilla– en este barrio de Málaga continuaban inalterables estos tres terrenitos, dos de ellos asomados a la calle Eolo y el tercero de ellos exhibiendo todas sus posibilidades en la calle dedicada a la escritora Carmen Laforet.
El Ayuntamiento, echándole imaginación, había justificado siempre la legendaria falta de equipamientos de estas tres parcelas públicas precisamente en la potencialidad que albergaban. ¿Qué otro barrio de Málaga tenía tres terrenos como estos llenos de tantas posibilidades? Y así, año tras año mientras la asociación de vecinos se desesperaba ante la paralís constructiva antes y durante la crisis, nadie se planteaba en serio qué hacer con las parcelas.
Pero no hay paralís que dure toda la eternidad, y si el año pasado ya informamos de que en una pequeñísima parte de la parcela más grande, la que limita con las calles Eolo, Navarro Ledesma, Carmen Laforet y la avenida de José Ribera, se había instalado un parque canino, que la verdad necesitaba poca inversión, ahora nos encontramos con la sorpresa de que en la parcela vecina, triangular, está listo un campo de petanca con varias pistas.
No son, desde luego, los equipamientos que desde hace cerca de una década pedía la asociación los vecinos en este diario y que eran mucho más ambiciosos: desde un parking hasta un instituto, pasando por un centro deportivo, un mercado municipal o una biblioteca (esta, por cierto, donde hoy se encuentran las pistas de petanca).
Queda también ignota y sin hollar la parcela de la calle Eolo, cedida al Obispado para que construyera una iglesia y que hoy es un impactante campo de altivos cardos. Pasan los años y tampoco ahí se construye nada.
En cualquier caso, y es lo más inquietante, la potencialidad de la zona continúa, pues la parcela más grande, la central, esta casi sin construir, quitando la esquinita del parque canino. Recorrerla, con la pequeña elevación central cuajada de matas de las que salen decenas de pajarillos, es un viaje a remotos tiempos geológicos.
Los vecinos pueden seguir soñando con esplendorosos equipamientos en dos de las tres parcelas públicas, mientras se suceden los años y los lustros y el Consistorio subraya las muchas cosas que en ellas se pueden hacer.
Y así seguimos, aunque ahora ya sabemos que el riesgo mayor es que de la noche a la mañana lleguen equipamientos para pasar el rato y se aparquen, sine die, los de primer orden.