La conocida como plaza del pozo en este barrio de Campanillas sirve de aparcamiento y zona de juegos para los niños. Difícil convivencia.
En una las mejores películas de Akira Kurosawa no aparecen samurais, que sería lo normal; por el contrario, el protagonista es un viejo funcionario achacoso al que le acaban de diagnosticar una enfermedad incurable y que como último propósito en la vida quiere que una zona muy deprimida de su barrio cuente con un parquecito.
La película de este discreto y tenaz héroe urbano se llama Vivir y fue rodada allá por 1952. El tiempo transcurrido, sin embargo, no ha impedido que el ejemplo de esta obra siga muy vivo y que encontremos reminiscencias de ella, por ejemplo, en la olvidada barriada de Colmenarejo, en Campanillas, de la que ayer este diario contó el problema que tenía con una plaga de procesionarias, igual que otros puntos de distrito aunque, todo sea dicho, el Ayuntamiento informó de que tenía previsto fumigar el foco en la noche del miércoles.
Y fue el pasado miércoles cuando al autor de estas líneas, mientras recorría el barrio con los vecinos, se le acercaron un par de niños y, confundiendo al periodista con un político, le pidieron un parque infantil en la parte alta de Colmenarejo, «porque si no los coches nos van a matar cualquier día», explicó uno de ellos, Yeudiel, que añadió que «hay mucho monte para arriba para que aparquen los coches».
Como comentó su amigo José Manuel, el segundo de los niños, el problema se encuentra en una placita-mirador en la parte alta de Colmenarejo que en realidad se utiliza de aparcamiento, así que los niños se quedan sin poder jugar.
La plaza, en verdad un tramo de la calle Mari Sancha, es conocida como la plaza del pozo, que todavía se conserva en este espacio del barrio en el que, antiguamente, había un gran lebrillo para lavar la ropa. Hoy el lebrillo ha sido sustituido por automóviles en batería.
«Cuando los coches llegan del trabajo, sobre las seis y media de la tarde, los niños ya no pueden estar aquí», contaba Verónica Fernández, la madre de Yeudiel y de su hermana Siomara, que también utiliza la plaza para montar en bici o patinar cuando se lo permiten los coches.
La asociación de vecinos Don José Cañete de Colmenarejo apoya que la plaza dé paso al parquecito infantil y que se retranquee el aparcamiento unos metros.
Yo no sé a ustedes, pero esta historia de unos niños que motu proprio se acercan a un adulto al que confunden con un político para pedirle un parquecito infantil y así poder jugar sin riesgo de atropello, probablemente le habría encantado a Kurosawa y el protagonista de su película habría luchado con tesón por lograrlo. Ánimo.
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