Harpo Marx y el Paseo de los Canadienses

12 Ene

El paseo peatonal, que en febrero cumple 10 años, parece el escenario de Los hermanos Marx en el Oeste por los daños en las barandillas de madera y extracciones.

La mayor sorpresa de las memorias de Harpo Marx (Harpo habla) no es que el famoso arpista empleara la lengua en la vida real en lugar de la bocina, sino que se rodeara de tantos intelectuales con los que compartió interminables partidas de cartas y tertulias. Lástima que al miembro menos lenguaraz de esta saga genial no le diera tiempo de visitar la capital de la Costa del Sol de nuestros días en compañía de sus amigos, entre los que se encontraban el escritor Somerset Maugham o la aguda y cáustica cronista social Elsa Maxwell, pero también acompañado de sus locos hermanos.

Se lo habrían pasado en grande en Málaga pero lo que verdaderamente les habría atado sentimentalmente a esta tierra habría sido el Paseo de los Canadienses. En febrero hará diez años de su inauguración pero da la impresión de que fue uno de los lugares recorridos por Charlton Heston en la escena final de El planeta de los simios, cuando en la devastada playa por la que cabalga reconoce el propio planeta Tierra.

También Harpo Marx, amigos y hermanos le verían a este Paseo de los Canadienses algo familiar: les traería a la memoria la última de las grandes películas del grupo, Los Hermanos Marx en el Oeste y su escena más inmortal, la del tren de vapor que se va desguazando para conseguir combustible al grito de Groucho de «¡Es la guerra, traed madera!».

Y eso es lo que parece que ha ocurrido en este Paseo de los Canadienses, alguien se está dedicando a alimentar la caldera de su egoísmo al grito de «más madera» y cada semana faltan más postes en las vallas del paseo.

En algunos casos, se trata de vándalos. En otros, como en la parte más próxima al mirador, es el propio Mar de Alborán el que se encarga de erosionar la base de las barandillas, que se queda al aire y estas terminan por despeñarse. Así que pasear por este camino tan cargado de historia es un ejercicio de riesgo, sobre todo si se va con niños.

Hace años que esta situación persiste pero como ayer señalaba en estas páginas el columnista José Luis González Vera, sorprender a un político malagueño pateando las calles es bastante complicado. ¿No han caído en la cuenta de que las barandillas se desploman?

Pues entonces tampoco se habrán percatado de que la placa conmemorativa del Paseo de los Canadienses, la que recuerda la huida de decenas de miles de malagueños por la Carretera de Almería y la ayuda que prestó el canadiense Norman Bethune y su equipo está hecha unos zorros.

Un organismo pluricelular ha dejado su firma en forma de grafiti amarillo sobre la placa y no satisfecho con la memez ha hecho lo mismo en el antiguo túnel del tren a Vélez.

Habrá que poner, a al altura del club del Candado, un cartelón para nuestros representantes públicos que reze: «Pasen y vean». Y de paso que traigan madera para reponer lo dañado. Es la guerra contra el salvaje.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.