Muchas historias circulan sobre la tala parcial de las washingtonias de la Aduana. El familiar de un antiguo gobernador civil nos cuenta su versión.
Ahora que nuestros políticos han anunciado, un año más, que este será el de la definitiva apertura del Museo de la Aduana, hora es de repasar una de sus historias más conocidas: la tala de las palmeras washingtonias.
Como muchos se habrán percatado, si miramos la fachada principal del palacio de la Aduana, la que da a la Cortina del Muelle, constataremos que todas las palmeras washingtonias de la parte izquierda han desaparecido y sólo quedan las de la derecha. A este respecto se han escuchado muchas historias.Una de las más antiguas señala que las autoridades se cepillaron las palmeras para que Isabel II pudiera tener buenas vistas del puerto y la ciudad. La segunda de ellas, un poco más atinada, cuenta que un gobernador civil la mandó talar porque le molestaban. Algo de verdad hay en esta afirmación pero no se trató de un gobernador caprichoso o enemigo acérrimo de la botánica.
Hay una tercera versión, más precisa, que señala que se trató de una decisión del gobernador civil de Málaga Alberto Insúa, el escritor hispano cubano que ejerció el cargo entre finales de 1933 y 1935. La causa: despejar la vista no por capricho sino para ver llegar las distintas manifestaciones de protesta y algaradas que en esos complicados años se sucedían.
Pero hay una cuarta versión en la misma línea. El autor de esta crónica ha podido hablar con un familiar de Valeriano del Castillo y Sáenz de Tejada, un jurídico de la Armada de Alcalá la Real que ocupó el puesto de gobernador civil de Málaga sólo durante tres meses, justo tras la marcha de Alberto Insúa, desde finales de diciembre del 35 a febrero del 36, cuando dejó el cargo tras las famosas elecciones que ganó el Frente Popular.
Según este familiar, fue don Valeriano el gobernador que ordenó la tala de las palmeras washingtonias por el motivo antes explicado: poder apreciar con claridad la llegada al Gobierno Civil de marchas de protesta, para que a la máxima autoridad de la provincia no le pillaran desprevenidas. El político jiennense era además hermano del famoso teniente José del Castillo,cuyo asesinato en julio del 36 y el posterior de Calvo Sotelo fueron la espoleta de la Guerra Civil.
Lo llamativo es que el gobernador civil fue depurado tras el triunfo de Franco pero pudo regresar a su pueblo y llevar una vida discreta. Salvó pues la vida pese al cargo desempeñado.Perteneciente a una importante familia, con un ala partidaria de Franco y pariente lejano de José Antonio Primo de Rivera, quizás estos factores expliquen que muriera, afortunadamente, de viejo.
Y por la brevedad de su cargo, de momento no se encuentran fotos de Valeriano del Castillo en el desempeño de su labor. ¿Fue Insúa o Del Castillo el gobernador que taló las washingtonias? Si pudieran datarse con exactitud un par de fotos de la Aduana de 1935 y 1936 quizás podríamos salir de dudas. De cualquier forma, parece que fue en ese periodo convulso de España cuando desaparecieron las altivas palmeras. La política fue antes que la botánica.
Fuese uno u otro gobernador, los que conocíamos la razón, era la que se cuenta. Sencillamente, tener despejada la vista tanto la del Gobernador como la de los manifestantes. Está muy bien que se publique en este diario porque cuando yo he tenido la ocasión de indicarlo en reuniones culturales, la información caía como algo dudoso y de simple lógica.