La retirada por orden judicial del panel de la Virgen del Carmen de Los Girasoles de un parking terminó siendo un oportunidad para mejorar el entorno.
Los diez bloques de ocho plantas que forman la barriada de Los Girasoles, en la Carretera de Cádiz, junto a la barriada de La Luz, tienen como uno de sus símbolos principales un panel de cerámica de la Virgen del Carmen.
A comienzos de los 90 fue colocado con el permiso del Ayuntamiento a la entrada de un aparcamiento abandonado de los años 70. Este lustroso panel estaba siempre lleno de flores gracias a una amplia jardinera y presidía la única placita del barrio.
La aparición, al cabo de muchos años, de un propietario del parking convirtió el panel de cerámica en litigio judicial: Hubo que demoler el muro y retirar el panel, que el Ayuntamiento instaló, finalmente, a pocos metros.
Este año hemos conocido que el futuro del aparcamiento está en el aire y en concreto, en los tribunales, porque el Consistorio anuló la licencia de obras, algo que no ha vuelto loco de alegría al propietario del parking.
Litigios aparte, lo cierto es que la traumática retirada del panel de la Virgen del Carmen tuvo un final feliz. El Consistorio hizo de la necesidad virtud y como hemos dicho lo trasladó unos metros. Fueron además los propios vecinos los que se encargaron de plantar la tierra de la jardinera. El panel mira hoy a su antiguo emplazamiento, que está envuelto en un incierto futuro –por lo que respecta a los vecinos, ya en 2006 se oponían a que en un entorno tan masificado pasaran más coches–.
Pero además el panel es hoy doble, con un tejadito que comparten por un lado la Virgen del Carmen y por otro Jesús Cautivo, que mira al otro lado. En este último había hace unos días pascueros y hasta un crucifijo a los pies de la imagen.
Pero sin duda lo mejor de este traslado forzoso ha sido el adecentamiento del callejón vecino del Mercadona, al que mira la Virgen del Carmen y que durante años fue un pipicán no autorizado, eufemismo que dulcifica la expresión, mucho más descriptiva de «cagaero de perros», como recordaba hace unos años un dirigente vecinal.
Este callejón oscuro y sin personalidad es hoy una hilera de aparatos de gimnasia, juegos infantiles y bancos, mientras el desnivel existente se aprovecha para colocar, en césped artificial, rocas de gran tamaño y un par de árboles.
Cinco años después de su esperanzadora transformación el callejón se encuentra en un estado aceptable. El traslado forzoso de la Virgen de Los Girasoles terminó siendo una oportunidad para mejorar.
Munición taurina
Muy cerca de este enclave recuperado, ya en la vecina barriada de Bonaire, se encuentra la calle Metralla. No es que al Ayuntamiento le haya dado un ataque de belicosidad: el nombre es el adoptado por el matador de novillos Nicolás Quero, que exhibió su arte, eso sí, por los años de la I Guerra Mundial.