El tiempo de espera que se ha dado la Autoridad Portuaria antes de demoler el depósito de agua del tren en el Muelle de Heredia ya de por sí es esperanzador
Los políticos de antes no son como los de ahora. Tenían una vida laboral más allá de los cometidos que les proporcionaba el partido y podían regresar a sus anteriores puestos con la satisfacción de haber trabajado a tope en la Administración un número limitado de años. De este modo, demostraban en el ámbito privado (o en el público, gracias a unas oposiciones) una autonomía laboral que hoy, en los partidos, suele verse con sospecha por posible hereje independiente.
En nuestros días la mayoría de políticos se niega a salir del caparazón protector en el que se ha criado –sobre todo con la que está cayendo fuera– así que en muchos casos, como no existen pruebas de aptitud y puntúa tanto la fidelidad, ignoramos cuál es su verdadero nivel cultural, cómo se defienden con los idiomas y si están realmente preparados para dirigir el departamento, ministerio, concejalía, delegación o comisión encomendada.
Este exceso de profesionalización de la política, con unos parámetros tan poco profesionales, quizás explique el sonrojo que en las asociaciones en defensa del Patrimonio de Málaga causó hace algo más de una década el trato despectivo al Patrimonio Industrial local. La impresión fue la de que nuestros cargos electos y no electos tenían una idea muy vaporosa de la materia. Les sonaba a tailandés de la selva.
En este otoño de 2013, la Autoridad Portuaria se encuentra con el dilema de echar abajo o mantener uno de los dos depósitos supervivientes del tren del puerto, en el Muelle de Heredia.
Hace doce años, tengan la completa seguridad, lo abría echado abajo sin contemplaciones. Hoy, sus responsables intuyen que puede tener algún tipo de valor sentimental o patrimonial para alguien, lo que ya es un gran avance en el lento proceso de culturización y sensibilización de nuestros cargos públicos.
La Asociación en Defensa de las Chimeneas y el Patrimonio Industrial de Málaga debe ver esta paralización temporal de la demolición –en una jugosa zona en la que hay previsto que se construyan oficinas– como un pequeño paso en el proceso civilizador de la clase política.
Este colectivo ha solicitado por segunda vez reunirse con Paulino Plata, presidente de la Autoridad Portuaria. Confiemos en que la reunión se produzca, lo que supondrá una pequeña victoria.
La presión inmobiliaria, uno de los dos grandes motores (y como estamos comprobando, también plaga) de la provincia de Málaga, sin duda conseguirá su cometido y el depósito se convertirá más pronto o más tarde en una montaña de escombros. Sin embargo, ahí queda ese importante gesto del puerto de suspender por unas semanas la demolición para atender y escuchar, aunque solo sea por educación, a este voluntarioso grupo de malagueños.
Qué bueno sería que el viejo depósito del tren pudiera convivir con las futuras oficinas que llenarán el Muelle de Heredia. ¿Acaso han alcanzado nuestros políticos un grado formativo tan alto? Todo pudiera ser pero disfrutemos, mientras dure, de este cese temporal de la burricie político-inmobiliaria que todo lo empaña.