Hace casi un año que la Junta actuó como Atila en el convento de la Trinidad, borrando toda huella militar. Sólo queda la muralla almenada del XIX en pésimo estado
A estas alturas de la historia, es imposible asegurar con rotundidad qué ente, institución, entidad, espacio cultural o corralito administrativo ocupará el Convento de la Trinidad.
El criterio de nuestros políticos cambia más que los precios, así que hasta que no se rehabilite el antiguo cuartel no hay que hacerles ni caso. Quede al menos para el recuerdo la penúltima ocurrencia, planteada en febrero de este año, según la cual el convento estará ocupado por el Centro de Bienes Culturales y Patrimonio Mundial, un centro internacional de arte rupestre y –aquí está la novedad– la Biblioteca Provincial. Pero, ¿quién nos asegura que no terminará acogiendo el centro folclórico europeo del Baile de San Vito?
Hace casi un año que la Junta, emulando a Atila, demolió todo vestigio militar del antiguo cuartel de la Trinidad, sin respetar siquiera el pequeño pabellón exento de las cocinas, que con un mínimo de sensibilidad y menos dosis de integrismo podía haberse restaurado. Pero ya nos lo advirtió en enero, en un marcado tono homérico, Elia Maldonado, directora general de Bienes Culturales de la Junta: «Con estos trabajos permitiremos que ni cantinas ni letrinas nublen el esplendor patrimonial del convento».
Como se ve, sí que se nubló –confiamos que sólo de forma temporal– la lucidez de la directora general y sus subordinados, que no dejaron piedra sobre piedra de la historia militar del recinto, que comenzó en 1853. Aunque como todo el mundo sabe, en este promontorio, según la tradición, plantó sus reales el campamento de Isabel la Católica con vistas a asaltar la ciudad musulmana, así que ya me dirán la congruencia de borrar el pasado militar del recinto.
Sin embargo no está todo perdido, aunque puede perderse si la Junta lo trata con idéntico cariño que al resto de equipamiento militar.
Hablamos del muro con almenas del siglo XIX que puede admirarse desde la calle Velarde y que cuenta con dos garitas. Las obras de consolidación del convento no contemplan arreglar estos elementos por ahora, pero al menos la Junta ya dejó claro que no piensa derribarlos. La calle está dedicada desde 1887 a Pedro Velarde, uno de los héroes del 2 de mayo. Llama la atención el que el otro héroe militar del 2 de mayo, Luis Daoíz, tiene su calle en Málaga junto al antiguo cuartel de Segalerva.
Un examen pormenorizado de estas defensas militares nos ofrecen un panorama desolador. Basta con que suba usted (o baje) la cuesta de la calle Velarde y en lugar de al móvil dirija la vista hacia las alturas. Verá inquietantes grietas abriéndose paso por la muralla, mientras avanzan preocupantes jardines verticales, en realidad matojos que cubren casi un lienzo de esta defensa cascada.
Si se arma de valor y se adentra por la esquina donde monta guardia la otra garita, deberá subir unos metros hasta llegar a un espacio degradado, un bosque de matorrales que no consigue tapar del todo el que al muro le quedan muy pocos telediarios. Confiemos en que la Junta lo rehabilite algún día para que disfrutemos de un horizonte patrimonial sin nubarrones.