El acueducto de San Telmo está en manos de tantas entidades que nadie se preocupa mucho por él y sigue en pie por el interés de unos pocos malagueños.
El pasado miércoles en el Ateneo, dentro del ciclo de conferencias Gaona y el mar, que organiza el instituto Vicente Espinel, tuvo lugar una mesa redonda sobre el acueducto de San Telmo, en la que se quiso recordar a los fallecidos Pedro José Davó y Javier Aguilar, el primero, gran estudioso del acueducto y el último, guarda y defensor del monumento toda su vida. El historiador Víctor Manuel Heredia y la catedrática de Historia del Arte Rosario Camacho repasaron la gestación e historia de la obra de Molina Lario, mientras al firmante le tocó analizar la situación de este Bien de Interés Cultural en la actualidad.
Y la actualidad no puede ser más inquietante, con la única salvedad de la preservación del puente de los Once Ojos o de Quintana y el ajardinamiento del entorno gracias sobre todo a la exconcejala de Ciudad Jardín Mariví Romero y al todavía director de distrito Eduardo Gallardo.
El resto es todo apatía. De hecho, pocas instituciones nos pueden sacar tanto los colores a los malagueños como la Fundación Caudal y Acueducto de San Telmo en cuyo patronato se dan cita representantes de un batiburrillo de entidades (Ayuntamiento, Obispado, Junta, Diputación, comunidad de regantes, Comandancia Naval) que ni siquiera tiene la decencia de reunirse una vez al año.
El propio Javier Aguilar se desesperaba cuando, pasados cinco años, los patronos seguían sin la urgencia de mirarse a las caras y hablar del acueducto. Con la marcha del patronato del anterior deán de la Catedral, don Francisco García Mota, gran defensor de este BIC, la fundación languideció. En la actualidad está presidida por nuestro alcalde pero la tendencia apática continúa.
Ese es el gran drama de esta obra de ingeniería de la Ilustración: pertenece a muchas entidades pero a ninguna en concreto así que a nadie le importa demasiado. Todo se hace después de que unos pocos particulares den mucho la tabarra y como hemos visto, algunos ya han fallecido.
En cuanto a la Junta, la Diputación y el Ayuntamiento, las tres administraciones han demostrado siempre que han podido su somnolencia. La Junta, con el ejemplar trabajo a destajo que desde 2002 realiza en el minúsculo parque del Cau de Mangas Verdes, con un tramo del acueducto bajo tierra. Ya va para 13 años y todavía no ha terminado obra tan ciclópea que deja en pañales las pirámides. La Diputación, con la moción aprobada por unanimidad hace 12 años por la que iba a arreglar la alcubilla mayor del acueducto de calle Refino. Todavía está esperando.
Y el Ayuntamiento, con las mociones que de vez en cuando aprueba por unanimidad para realizar un plan director que salve el acueducto.
Con la próxima marcha de Eduardo Gallardo de Ciudad Jardín –el único político actualmente interesado en el acueducto y con excelentes ideas que quizás se marchen con él– corremos el riesgo de que las cosas del acueducto vuelvan al cauce de siempre: el del pasotismo.