El frontón alegórico de la fachada de nuestro consistorio, obra de Francisco Palma García, tiene que convivir con el dañino trasiego de las palomas.
Desde la Antigüedad, a los dirigentes les han pirrado la alegorías. Así se entiende que, hasta nuestras fechas, los edificios institucionales exhiban tantos mensajes alegóricos o en todo caso representativos de la institución. En suma, la transformación hecha piedra o mármol de la famosa frase del cardenal Cisneros: «Estos son mis poderes».
Incluso en el sobrio edificio de Hacienda, cuya cartesiana y rotunda contemplación es poco recomendable para quienes deseen en sus vidas un chute de optimismo, cuenta con elementos alusivos. Y no nos referimos a la colmena de ventanas, símbolo de la función pública española sino a las vidrieras de la escalera con esos números gigantes que tanto nos recuerdan a Cristóbal Montoro.
En el Ayuntamiento de Málaga la carga alegórica es evidente, aunque no obvia para todos, de ahí que algunos símbolos de la Antigüedad como los famosos atlantes fueran entendidos por los malagueños de los años 20 como la representación del paganini de a pie que tiene que soportar el peso insoportable de los impuestos y las tasas.
El reciente libro de dibujos del Ayuntamiento, hechos en directo por el arquitecto Luis Ruiz Padrón (La Casa Consistorial de Málaga. Retrato de un edificio, editorial Loving Books) ha sacado a la luz buena parte de la carga simbólica del Consistorio en forma de leones, dragones, malagueños ilustres de todas las épocas y maceros en las alturas.
También ha plasmado el lustroso frontón de la fachada principal, grupo escultórico realizado por el escultor antequerano Francisco Palma García. En el frontón destaca la figura erguida de una matrona que simboliza la ciudad y está acompañada por figuras que representan a las principales actividades de la Málaga de la época: la Marina, el Comercio, la Pesca, la Arquitectura… En nuestros días habría que añadir alguna figura alusiva al sector servicios, ya fuera un camarero, un recepcionista de hotel o un chef con estrella Michelín y por supuesto algún ser enchaquetado y agarrado al móvil como quien se amarra a un rencor (Málaga Smart City).
Hace unos días, en la presentación de este libro en el Salón de los Espejos el alcalde Francisco de la Torre comentó que había que hacer algo para proteger el frontón. Al parecer, con esos huecos tan alegóricos que presenta el tímpano las palomas lo han convertido en un centro de convenciones y como siempre, en aliviadero.
El problema ya se lo pueden imaginar: cuando llega el momento de que las palomas obren las alegorías son incapaces de levantar el vuelo y en suma, de escapar de la escena escatológica.
Algo habrá que hacer y no se trata de colgar cedés atados con cuerdas de la fachada consistorial. En otros monumentos como la Catedral se han colocado discretos pinchos. Siempre y cuando las alegorías no parezcan punkies de los 80 se puede adoptar esta media o cualquier otra que clausure este centro palomar de convenciones.
Me parece muy bien que se busque alguna solución, pues se reproducen con mucha facilidad, invadiendo toda la ciudad, estropeando monumentos, ventanas, estatuas, toldos y todo por donde pasan y posan. Lo mismo digo de los loros, que además, producen un ruido muy molesto. Tengo entendido que en algunas ciudades han recurrido a la castración. No se.