No hace falta concurso de ideas en la explanada junto al túnel de la Alcazaba. Tan sólo que la Junta y el Ayuntamiento se sienten y se pongan de acuerdo.
La semana pasada hablábamos del pecio terrestre de los cines Astoria y Victoria y de las muchas posibilidades que se abren tras su demolición –si la Junta de Andalucía lo autoriza– incluida la permanencia durante un tiempo del solar resultante, pues también merece la pena sopesar cómo quedaría como una plaza vecina junto a la plaza de la Merced, sin necesidad de que haga falta edificar nada.
La opción, en todo caso, es poco probable por el coste tan grande que ha tenido la compra del edificio (22 millones de euros de nuestro bolsillo). Pero también hay que pensar que levantar el nuevo equipamiento costará dinero público, a no ser que se trate de una concesión privada, algo que también se baraja.
De todas formas habrá que ver el concurso de ideas y la consulta ciudadana, si finalmente el Ayuntamiento la promueve. Como señala un amigo, el concurso de ideas servirá para elegir una propuesta «que luego no se hará». Eso al menos ocurrió en 2012 con el Guadalmedina. Confiemos en que no se repitan los fuegos de artificio.
Lo que resulta llamativo es cómo se pone en marcha la maquinaria administrativa en este rincón de Málaga mientras a unos 50 metros la ciudad cuenta con un espacio dejado a su suerte y en el que, en el horizonte, no hay visos de mucha mejora.
Se trata de la explanada junto al túnel de la Alcazaba, en la que encontramos el arranque del muro nazarí que recorría calle Álamos y calle Carretería, un par de casas –una de ellas cubierta la medianera con una gran pintada– y el comienzo del paseo por la ladera del Teatro Romano y la Alcazaba, la preciosa obra realizada hace cinco años por el arquitecto malagueño Iñaki Pérez de la Fuente, costeada con fondos europeos.
En esta época de innegable auge cultural de Málaga y de afluencia de turistas resulta un enigma digno de Íker Jiménez cómo la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento no se han puesto en todos estos años de acuerdo para abrir este paseo.
Como ya hemos informado alguna vez, el temor del Consistorio es que la zona se convierta en botellódromo, por lo que habría que vallar el Teatro Romano.
Pasan los años y turistas y malagueños se topan, tanto en esta explanada como un poco más arriba, en Mundo Nuevo, con unas vallas hechas de gavillas de hierro. En la explanada sin oficio ni beneficio se ve además cómo aparcan furgonetas y entre estas cutres gavillas y otra valla un poco más digna hay un pasillo por el que los homínidos pueden entrar en la zona prohibida y convivir con el alcohol.
No hace falta concurso de ideas a 50 metros del Astoria. Basta con que la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Málaga se sienten y acuerden alguna fórmula para abrir al público de una vez un paseo aprobado en su día y que ha costado 600.000 euros del plan Feil. Nuestro dinero nos cuestan los políticos para que dejen pasar los años.