En el cupón de la ONCE de hoy martes el protagonista es nuestra Catedral sin terminar, símbolo de nuestra incapacidad para acabar lo que empezamos.
Justo hoy, si se acerca a un kiosco de la ONCE, el vendedor le entregará un cupón en el que aparecen la cara y la cruz de una moneda muy especial de cinco euros (es un decir). En la cruz distinguirá el escudo de Málaga y en la cara nuestra Catedral. Se trata de la serie tu Ciudad en una Moneda, con la que la ONCE fusiona Cultura, Geografía y Numismática.
Como podrá deducir, la Catedral aparece con la única torre concluida. Sigue faltando la de al lado. En más de 200 años desde el último receso de los albañiles no nos ha dado tiempo a más y es una ironía porque en la Málaga del XIX la revolución industrial forjó grandes fortunas, prohombres que podían haber puesto pecunio para terminar las obras y en el arranque del XXI también abundaron los billetes: se construyeron viviendas al mismo ritmo que la deforestación del Amazonas. Sin olvidar las artísticas rotondas de nuestra Costa del Sol, exhibición impúdica (a lo Tom Sharpe) del munícipe nuevo rico, fallidas emulaciones del Mausoleo de Halicarnaso.
Algún día las indescriptibles rotondas del litoral malaguita merecerán un volumen aparte en esa dolorosa enciclopedia de la depredación urbanística que es Nación Rotonda, el símbolo más perfecto de esos años de desfases y abundante mal gusto.
Pero no cayó la breva de la torre, ni tampoco la de un tejado. Fueron años en los que una conjunción de iluminados pergeñó la expresión «la segunda piel» para la Manquita. Como tenía goteras, en lugar de coger el toro por los cuernos le echaron una manta por encima. Y la segunda piel, pese a las cremas antiedad, pronto demostró ser un apaño caro y al que le salían más grietas de la cuenta.
¿Hasta cuándo durará la temporalidad? En el mundo las cosas se construyen para finalizarlas. La catedral de Colonia tuvo un parón constructivo mayor, de cuatro siglos, pero se terminó en el XIX; la interminable catedral madrileña de la Almudena también se concluyó (los últimos retoques, en 1999) y a nadie se le ocurrió no continuar las obras de la Sagrada Familia de Barcelona a la muerte de Gaudí en 1926.
En Málaga somos especiales, como muestra la moneda. Hay malagueños que incluso presumen de que la Catedral siga manga por hombro. Es muy original tener un templo mayor manco, aducen. Y eso es lo triste, que conviertan en original nuestra incapacidad para terminar lo que empezamos.
Queda, eso sí, el ejemplo de Pompeya. Los arqueólogos comprobaron que muchos de los edificios desenterrados estaban a medio construir. En realidad la ciudad romana se recuperaba todavía del terremoto sufrido 17 años antes. Luego, como saben, despertó el Vesubio y no dio tiempo a colocar un ladrillo más.
En Málaga no hemos sufrido furia volcánica alguna ni terremotos que devastaran el templo mayor, nos basta con la facilidad para conformamos con las cosas a medias. Que conste en el cupón.
Brillante y muy acertado artículo Don Alfonso.
Estimado Alfonso, ya sé que el dicho «mal de muchos, consuelo de tontos» es poco consuelo, incluso para Forrest Gump, pero te diré que la catedral de Málaga se podría dar la mano (única mano) con la de Granada, que también es manquita aunque a los granaínos no se les ha ocurrido ponerle nombre al principal templo de la ciudad. Es más, siguiendo con los dichos podríamos decir que en Málaga nos podríamos dar con un canto en los dientes, pues por lo menos la única tore de la catedral de Málaga está totalmente acabada. No es el caso de la de Graná, que se proyectó con dos torres de 81 metros de altura y la única que tiene sólo se le hicieron tres pisos de los «saih» como se dice por allí, que se proyectaron.
Rectifico, que ni siquiera se podrían dar un apretón de manos, si acaso, apretarle el muñón.