El Parque de la Alegría, junto a San José, parece el escenario de una película de ciencia ficción de hace medio siglo, una zona verde distinta y muy bien cuidada.
Como bien sabe el personal las jaulas sirven para que los animales no escapen. La función de las vallas en los parques de Málaga es, sin embargo, la contraria: impedir que los animales entren, mayormente los bípedos. Esa es la tendencia creciente en nuestra ciudad y si el Parque con mayúsculas no se ha vallado todavía se debe a que la tradición pesa demasiado, porque en 2006, coincidiendo con su remodelación, la Academia Malagueña de Ciencias ya lo planteó con un sentido parecido: vallarlo evitaba perder lo invertido en mantenimiento. De nuevo impedir el acceso de los vándalos a horas en las que camparían mucho más a sus anchas.
La propuesta dio lugar a un intenso debate en el que participaron vecinos, hosteleros y otros colectivos. La conclusión de un servidor es que mucho menos traumático y fácil de llevar a cabo es vallar un parque desde los inicios. Así no hay debate que valga aunque algunas soluciones, como colocar una puerta giratoria en el Parque del Oeste para que a nadie le pille el toro del cierre ha provocado las quejas de algunos vecinos, que entienden que es una invitación a trasnochar.
En cualquier caso vallar desde el comienzo es lo que hicieron el Gobierno central y el Ayuntamiento cuando en 2011 estrenaron en Ciudad Jardín, junto a la zona de San José, el parque de la Alegría, costeado por las dos administraciones. Y la verdad es que las vallas del parque de la Alegría no se las salta un galgo y difícilmente un niño, pues más parecen lanzas sobrantes de la Guerra de Troya. Pero el caso es que el vallado ha funcionado desde el principio y se trata de una de las zonas verdes mejor cuidadas de la ciudad. Parte además con la ventaja de que, como puede verse en las fotos de la inauguración, desde el comienzo ha estado bien dotado. Vamos, que a su lado el nuevo parque de Soliva, que tantas quejas ha levantado entre los vecinos, es el desierto de los Monegros.
El de la Alegría parece el escenario futurista de una película de los años 50 ó 60. Esas bóvedas gigantes de lona, los animales gigantes, incluso la discreta escultura de la bañista que se sumerge de cabeza en el estanque parecen salidos de Los 5.000 dedos del doctor T o de Fahrenheit 451, sólo que con fortuna aquí no arden libros.
Luego están los paseos bien reglamentados, sendas marcadas para peatones y ciclistas en un entorno en el que sobresalen las palmeras reales cubanas pero también pinos, cipreses, máquinas para hacer gimnasia y sobre todo un parque infantil de escándalo, presidido por una torre con chorraeras que el supuesto almeriense congelado Walt Disney habría incorporado de inmediato a su parque de atracciones.
Si además los jardineros podan la tupida vegetación que en algún tramo sobresale de las vallas homéricas y obstaculiza el paso por la acera el notable alto de este parque pasaría a sobresaliente. O eso entiende el firmante.