Machetes y sherpas para el Cerrado de Calderón

2 Oct

La Naturaleza se ha hecho con importantes tramos de acera en la calle Matagallo. Sólo Hércules podría pasear por ellas sin machete para abrirse paso.

En los tiempos en los que Alberto Ruiz-Gallardón era alcalde de Madrid el dibujante Forges criticó el exceso de obras en las calles con una viñeta en la que unos atribulados viandantes, rodeados de hoyos y vallas, se topaban con Povedilla, el sherpa municipal, que se ofrecía para pasarles de acera a acera.

Las interminables obras del metro quizás hayan hecho pensar a algún malagueño en la esperanzadora figura del sherpa autonómico, capaz de evitarle los vericuetos de la plaza del poeta Manuel Alcántara, que durante largos meses ha sido el símbolo de la lentitud operística.

Pero en realidad hacen falta sherpas en una calle del Cerrado de Calderón en la que la Naturaleza avanza a sus anchas, hasta el punto de anegar con su verdor varios tramos de aceras.

En la Inglaterra rural son numerosos los carriles estrechos en los que el conductor, que va a la izquierda, debe tener la ventanilla subida o se llevará de recuerdo una buen rachón de la flora local, que más de rozar los coches pugna por introducirse en ellos. En el Cerrado de Calderón el problema no lo tiene el conductor sino el copiloto, pero sobre todo los peatones, que necesitarán, al menos en la calle Matagallo, de machetes con los que abrirse paso por el follaje.

En ocasiones se trata de ramas y enredaderas que salen de alguna parcela privada. En otras, son cascadas de plantas que bajan del cerro vecino y que colonizan la acera, hasta el punto de que el peatón tiene que buscarse las habichuelas por la calzada.

Jesús, un vecino, envió hace unos días varias fotos del follaje inexpugnable y los aprietos que pasan los conductores y peatones. El autor de estas líneas se pasó el miércoles y comprobó que, en algunos tramos, es un entorno sólo apto para Miguel de la Quadra-Salcedo y Frank de la Jungla.

Pocas veces el Ayuntamiento ha acertado tanto al ponerle nombre a una calle porque el matagallo es una planta y en esta vía manda cada vez más la Naturaleza. ¿Quién debe ponerle puertas al campo el Ayuntamiento o la entidad de conservación? Cómo recordaba hace un par de días a esta sección el concejal Julio Andrade la entidad nunca ha funcionado.

Jesús, el vecino antes mencionado, lo tiene claro: «¿Por que no le presta el Ayuntamiento un poquito de atención?», se pregunta.

Mañana seguiremos en el Cerrado en una zona que sólo puede describirse como un vertedero ilegal.

El charco sin cabina

El mutis por el foro hace bien poco de la veterana cabina de teléfonos de la avenida de Cervantes ha dejado mucho más al descubierto el charquito milenario y casi perpetuo del Rectorado. Cualquier administración, tendente como casi todas a destrozar nuestro idioma, habría bautizado la operación como la «puesta en valor del charco milenario», que ahora puede apreciarse bastante mejor.

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