La mitad del elenco de la trilogía de Tolkien lo habría pasado canutas en el tórrido parque de la Paloma. Por suerte el director rodó en Nueva Zelanda
Como recordarán, la monumental trilogía de El Señor de los Anillos se rodó en las zonas más agrestes y verdes de Nueva Zelanda. Hizo bien el director Peter Jackson en elegir nuestras antípodas. Si hubiera sido al revés, si por ejemplo la obra de Tolkien se hubiera rodado, aunque sólo fuera unos minutos, en el parque de la Paloma de Málaga, no sólo los orcos de Mordor, que no importarían tanto, sino también Gandalf, los hobbits y todo el que tuviera interés en el anillo habrían acabado atendidos por el SAS por insolación.
Porque, todo hay que decirlo, la sombra está cara en este parque que domina un cerro frente al centro comercial Rosaleda. La explanada de ingreso parece que no se va a acabar nunca, por eso los únicos seres vivos que la atraviesan en julio son los émulos de los velocistas jamaicanos.
Más tiempo de la cuenta en este fogoso llano es tan pernicioso para la salud como asistir a un debate sobre el estado de la ciudad. El parque permanece, no obstante, con las virtudes y defectos de siempre. Ya no hay, por ejemplo, azulejos despeñados en la fuente central, pero a cambio las aguas ofrecen una inusitada riqueza en verdín, pese a que, por las altas temperaturas y la falta de sombra, lo lógico sería que entrara en ebullición, verduritas del fondo incluidas.
Hay también una pequeña fuente al comienzo de la explanada, gesto misericordioso del Ayuntamiento pero el suelo es una pequeña charca.
Y no fue un gran paso para la Humanidad rodear el entorno de la fuente central con una pasarela de madera. Además de exhibir un agujero respetable, como el del arcabuzazo de un pirata, entre los listones se aprecia todo tipo de mugre. Bolsas de plástico y restos de envases de helados, quién sabe de qué verano.
La única zona habitable, pues el gimnasio al aire libre está especialmente castigado por el Lorenzo, es una zona de setos, adelfas, pinos y ficus de pequeño tamaño. Desde esta zona, que desciende hasta la urbanización La Roca, salvado el obstáculo de la avenida dedicada a Simón Bolívar, puede verse el perfil del Hospital Materno y la torre de la Catedral haciendo juego con una enorme antena de telefonía móvil.
Y eso sí, algunas papeleras, por el deterioro que presentan, quién sabe si no fueron utilizadas por los fenicios más cívicos del Cerro del Villar. No estaría mal reponer algunas y en la medida de lo posible repartir parasoles.
La máxima
Muy alejado del lenguaje políticamente correcto, ese tan infausto que siempre emplea papel de fumar, en la plaza Triangular de Ciudad Jardín, de la que hablamos hace unos días, algún vecino cabreado ha colgado un cartón con la siguiente máxima que nunca soltó Confucio: «No seáis tan puercos y recojan la mierda de vuestros perros». Concordancias aparte, el cartelito no puede decirlo más claro.