Pese a que hace unos cuatro años, tras 30 de espera, llegaron las farolas, a la cuesta del veterano asilo le siguen faltando las aceras que protejan de los coches
Ayer dejamos a Dante con serias dudas de subir hasta el depósito de agua de Emasa en La Palma-Palmilla. Ya no sólo por los calores, que en esta época del año no tienen nada que envidiar a Écija, la sartén de Andalucía, sino también por el toque cutre de las perpetuas deposiciones de escombros que jalonan la cuesta.
Pegas parecidas pondría el autor de la Divina Comedia si tuviera que subir la cuesta opuesta, la que conduce al centenario Asilo de los Ángeles (convento franciscano y desde el XIX asilo).
Para llegar a él en primer lugar hay que atravesar, tras dejar la plaza de Pedro Gómez Sancho, un pequeño túnel con una advertencia de peligro por prácticas de escalada: las paredes cuentan con los apoyos para emular al hombre araña.
A continuación el paseante se topa con la famosa fuente de la Burra pero del animalito no queda ni el rebuzno. La fuente fue clausurada hace unos años y en su lugar ha tomado posesión un amasijo de pintadas, entre otras una que reclama el regreso de la fuente, burra incluida.
Pasados estos dos obstáculos antiestéticos el paseante podrá cocerse a fuego rápido gracias a una cuesta con eucaliptos poco frondosos que no dan la sombra suficiente y que se dedican a levantar la calzada. En realidad quien suba a patita hasta el asilo deberá hacerlo por el hormigón cuarteado ya que, pese a los siglos transcurridos, el Ayuntamiento todavía no ha encontrado tiempo ni dinero para colocar aceras en este camino. No parece importar mucho que la cuesta sea empleada por muchos de los usuarios del asilo y también por los familiares, así que hay que estar ojo avizor por si sube un coche, para apartarse a tiempo.
A la izquierda hay quitamiedos y se aprecia cómo la basura chorrea hacia la avenida de Valle Inclán. A la derecha, un pequeño aliviadero para las aguas separado por unos topes de los que ya faltan unos cuantos tramos. En la parte más cercana al asilo el aliviadero deja paso a sillas rotas y alguna basura.
Sí que hay, menos mal, iluminación después de que hace cuatro años se movilizaran en La Opinión los responsables del asilo, aunque el patronato que regenta la veterana institución llevaba pidiéndolo desde los años 70. Se comprende por tanto que de aquí a que el Ayuntamiento instale aceras en la cuesta Australia puede terminar uniéndose al continente asiático pero, al menos, conste aquí que la cuesta del asilo sigue siendo un peligro para los peatones y que ancianos y familiares necesitan un poco más de seguridad vial.
Contaba el famoso cronista Narciso Díaz de Escovar que los alrededores del convento de los Ángeles por encontrarse donde Cristo dio las tres voces era el lugar elegido para muchos duelos durante el siglo XVII.
En nuestros días las farolas han espantado definitivamente a los duelistas pero los peatones de estos lares necesitan, más que espadas, una acerita para protegerse del tráfico. Dante, si la cosa no mejora, no sube.