El enorme depósito de Emasa entre el Monte Coronado y el Asilo de los Ángeles era un punto de encuentro de lanzadores de litronas y hasta de bañistas
Propongan a Dante en mitad del camino de su vida un paseíto ascendente hasta el depósito de Emasa que hay muy cerca del Asilo de los Ángeles y se negará en redondo. Ni siquiera la otra alternativa que se le presenta, la de recorrer los círculos del Infierno y el Purgatorio antes de alcanzar paraísos más refrescantes le hará cambiar de opinión.
Primero, porque a las 9 de la mañana por esos andurriales malagueño ya hace más calor que hormigonando el Sahara y en segundo lugar –aducirá Dante y no le faltará razón– porque vayas en la época del año en que vayas, siempre te toparás con nuevas deposiciones de escombros. La deposición es siempre idéntica, bolsas blancas llenas de trozos de ladrillos, ecos de paredes desmoronadas vaya usted a saber dónde. El pilluelo de la furgoneta o el camión va depositando su basura a lo largo de esta inclemente cuesta, de tal forma que el paseante se va encontrando con mojones blancos en absoluto kilométricos a lo largo de la subida. Son las estopas ilegales de la construcción.
Y es verdad que la subida es inclemente. Alberto Contador, sin la bici, también tendría serias dudas y lo mismo optaba por una etapa llana. El campo y la ciudad, eso sí, se dan la mano en este paraje con las torres inmensas de Parque del Sur al fondo y en primer lugar el paso ruidoso de los coches que vuelan bajo por la avenida de Valle Inclán. El papel del campo en todo este paisaje es la orquesta filarmónica de grillos que interpreta una oda al colorín menuíllo, palabra malaguita relacionada con el exceso de calor y que en realidad hacía referencia al sarampión o colorín y en concreto al tipo más grave de sarampión (el colorín menuíllo), que en teoría se agravaba cuando la gente se abrigaba más de la cuenta.
El único premio de este ascenso es el depósito de Emasa que está en lo alto del camino. Premio porque desde hace un par de meses se encuentra vallado a cal y canto. Justo ayer, dos trabajadores de Emasa estaban haciendo algunas tareas y mostraban a esta sección su alivio por el vallado.
En un par de ocasiones, el firmante se dio una vuelta por este depósito atiborrado de pintadas y botellas vacías que evidenciaban frecuentes juergas etílicas. Además de los botellones, el lanzamiento de botellas y otros ritos beodos que tienen que ver con los alivios fisiológicos algunos visitantes tenían la costumbre de escalar el techo del depósito, colarse dentro y pegarse un baño en estas aguas municipales.
El vallado, por lo que se ve bastante efectivo, ha acabado con este descontrol y de paso con la suciedad que acumulaba.
Dante sigue negándose a subir pero tras conocer la mejora se lo está pensando. Felicidades al Ayuntamiento por esta necesaria obra.
Más movilidad
El aumento del baldeo anunciado en julio bajará a su vez el índice de ciudadanos con chanclas inmovilizados en la acera a causa de costras seculares.