El callejero nos ofrece en ocasiones paradójicos paisajes de Málaga. Lo encontramos, por ejemplo, en la calle dedicada al poeta Juan Ramón Jiménez, muy cerca por cierto del pasaje dedicado a Luis Cernuda.
A pesar de estos poéticos nombres, en este rincón de Málaga, en la zona de las barriadas de Florisol y a un tiro de piedra de La Corta, nos encontramos con un terrizo-basurero rico en gérmenes que también da a la calle dedicada al poeta Luis Rosales y del que el pleno municipal ya se pronunció hace cinco años.
En esa ocasión, en 2010, todos los grupos municipales a propuesta de Izquierda Unida aprobaron construir un centro de mayores, pero como se ve, todo se ha quedado en buenas intenciones. De hecho, desde 2007 hasta la fecha es la tercera vez que el centro para mayores de la calle Juan Ramón Jiménez aparece en el programa electoral de los populares.
Confiemos en que además de aparecer se haga realidad en los próximos cuatro años.
Mientras tanto el centro de este descampado parece haberse utilizado como inmensa hoguera, quizás durante la noche de San Juan. Lástima que como combustible se haya empleado una gran cantidad de cuadernos escolares y libros de texto que podían haber servido para algo más que para terminar hechos chamusquina. Pero el fuego no ha sido del todo devastador, así que esparcido por este terrizo rico en gérmenes nos podemos encontrar con la demostración del teorema de Pitágoras nada menos pero también con ejercicios de francés, de la regla de tres y exámenes sobre los ríos de España. Todo un caudal de Educación que se ha librado de la combustión. Los ejercicios más tardíos están fechados el 15 de junio. Fue casi terminarlos y echarlos a la hoguera. Una pena.
Hay evidencias, menos mal, de que el terrizo ha sido limpiado aunque en parte, pues los grandes matojos sólo son mayoría en la zona que da a la calle del poeta de Moguer. Sin embargo en el interior nos encontramos, sobre todo en un desnivel, con una cantidad preocupante de basura y elementos tan inquietantes como un váter oculto entre la maleza, amén de gruesas tuberías en varios estados de derribo y lo preocupante es que la zona de más porquería es la que se encuentra pegada a la parte trasera del colegio Severo Ochoa.
El único signo de vida en este terrizo con libros de texto quemados, cacas de perro y un enigmático váter es un mirlo que, misteriosamente, puede convivir entre tanta basura y al que todavía no le ha dado un vahído.
Si algún político desea dar una rueda de prensa en esta zona próxima al colegio, ya sea reivindicativa o bien para anunciar el cumplimiento de la esperada promesa electoral un consejo: no se olvide una práctica mascarilla. El terrizo es pura poesía.
En julio
Las medusas no se toman vacaciones. Ojo.