Junto al túnel de la Alcazaba y entre dos vallas alguien ha abierto un pasillo con lo que hay una vía directa para un botellón histórico-artístico al pie de la fortaleza
El pasado domingo supimos por La Opinión que el valiosísimo yacimiento del Cerro de la Tortuga, detrás de la residencia militar Castañón de Mena, en Teatinos, es la casa de tócame Roque, con la salvedad de que además de Roque, por este Bien de Interés Cultural puede pasear cualquier hijo de vecino, también los que, armados con picos y palas, se dedican al dudoso honor de expoliar.
2.500 años de vestigios y algunos que llegan hasta los 10.000 se pueden ir por el fregadero si la Junta de Andalucía continúa aplicando el mismo grado de eficacia administrativa, cuya impericia, ya que hablamos de hace 2.500 años, alcanza grados mitológicos y bien podría dar nombre a alguna formación estelar lejana (la galaxia Pellas o la estrella Inepta, por ejemplo).
Admitidos el pellerío y la ineficacia de la administración autonómica, al menos en la protección de este desdichado yacimiento, un servidor se ve en la obligación de resaltar el lamentable estado de un céntrico rincón de Málaga de importantísimo valor histórico como es el entorno de la Alcazaba.
En concreto, se trata de esa zona sin cuajar que conforma las inmediaciones del estruendoso túnel de la Alcazaba, a pocos metros del arranque de ese muro nazarí que luego continuaba por la calle Carretería y del que queda un tramo (chungamente restaurado y ya con desconchones) en mitad de esta vía.
Como la zona está sin cuajar, sin definir, conviven varios materiales cutres de cerramiento, desde la clásica valla metálica hasta un apaño siniestro hecho con gavillas de obra. El caso es que en esta tierra de nadie, empleada como aparcamiento de motos, algún portento ha logrado abrir un pasillito entre los dos tipos de valla, con lo que un número importante de «hotentotes y bachi-buzuks», como diría el capitán Haddock, tiene línea directa con la fortaleza árabe y no suponemos que para realizar una visita cultural.
Hay que recordar que se trata de un emplazamiento muy codiciado, no por los hotentotes, que nada se les ha perdido por la zona sino por nuestros botelloneros autóctonos, que utilizan para sus desahogos ese premiado proyecto de terraza integrada en la loma de la Alcazaba, sin abrir al público porque ni la Junta ni el Ayuntamiento se ponen de acuerdo sobre cómo cerrar el paso al Teatro Romano.
Como nadie encuentra una solución, esta costosa obra pública acoge en su seno los botellones ilegales, a los que se accede gracias a este pasillito en tierra de nadie. Como se ve, en todas partes, y no sólo en el Cerro de la Tortuga, cuecen habas. Todavía quedan miles de estrellas sin nombre en la galaxia Pellas. Algunos responsables políticos se están ganando el estrellato.
Por cierto, si alguien se pone manos a la obra y cierra este acceso monumental no autorizado, no estaría nada mal limpiar de paso la zona: las dos vallas atrapan tal cantidad de basura que cualquier día asoma por allí el equipo de Callejeros.