Las fuentes y las exhibiciones impúdicas

12 Jun

Las ‘láminas de agua’ de las plazas de Uncibay y de la Judería concentran, por su accesibilidad, el mayor número de ‘lavamientos’ dignos del medievo

Cuando el arquitecto José Oyarzábal se encontró con el joven escultor José Seguiri en una exposición en el Colegio de Arquitectos, allá por 1988, le propuso hacer algo para la plaza de Uncibay, que Oyarzábal iba a rediseñar, con el propósito de que las esculturas integraran la perdida calle Granados con la plaza.

José, buen amante del arte grecolatino al igual que su colega Stefan von Reiswitz, quiso recrear en tres grupos escultóricos la leyenda de Acteón, el cazador mirón castigado por la diosa Diana a ser devorado por sus perros.

Uno de ellos, con una fuente a sus pies, reproduce el momento en el que dos de los animalitos están a punto de hincarle el diente a las canillas de su dueño. Esta fuente, que los expertos de nuestros días prefieren rebautizar como lámina de agua –no importa su profundidad– se ha convertido en una fuente de problemas. Decía un judío converso aragonés que el auténtico paraíso se encontraba en el mercado de Calatayud. Para decenas de paseantes anónimos, muchos de ellos con una cogorza encima, el paraíso es poder remojar los pinrreles en esta fuente de la plaza de Uncibay y si se tercia, lavarse de paso la cabeza y lo que haga falta.

Alguna vez hemos comentado aquí la estampa nada bucólica de una señora que una mañana tórrida de verano escenificó lo que acontecía en la perdida playa del Lavachochos de La Malagueta.

Tampoco se libran las esculturas: hace unos días Acteón apareció con un bañador, a punto de zambullirse en la lámina de agua. Algún bromista le proporcionó la prenda. De lo que no hay duda es de que las fuentes abiertas y tan accesibles, casi a ras de suelo, invitan a las tentaciones más variadas, la más común de ellas la de confundirlas con una piscina hinchable o un bidé.

Ocurre lo mismo con la fuente de la plaza de la Judería un mobiliario urbano que siempre está en permanente proceso de avería y reparación. Dos semanas lleva con unas vallas, esta vez por una losa próxima que tarda en ser repuesta.

A pesar de estos obstáculos, comerciantes del entorno cuentan que raro es el día en el que jóvenes de todo pelaje no se lavan los pinrreles, la cabeza o se tumban en ella, como si fuera la atracción de un spa, sin olvidar a los que dejan en ella todo tipo de fluido corporal. «Luego, viene un padre con un niño chico y bebe en la fuente», precisa uno de los comerciantes.

Por este motivo, para la fuente de la Judería los comerciantes de la zona piden que se le ponga alrededor una pequeña barandilla como la que luce la fuente de Génova, para que disminuyan en la medida de lo posible estos espectáculos pinrrélicos más dignos del medievo.

Y no estaría mal que la lámina de agua, en muchas ocasiones seca, de la plaza de Uncibay, tuviera otra discreta barrera protectora para evitar que volviéramos a la playa del Lavachochos o a cualquier otra exhibición de incivismo, bote de champú incluido.

Una respuesta a «Las fuentes y las exhibiciones impúdicas»

  1. Difícil que a la fuente de Uncibay se le ponga algún tipo de barandilla para preservarla de actuaciones vandálicas e incívicas a las que los vecinos y vecinas del barrio del Centro estamos acostumbrados y que no solo se producen contra el «mobiliario» urbano sino también contra la propiedad privada. Y digo que va a ser difícil porque eso supondría obligar a los bares de alrededor a tener que retirar algunas mesas y sillas que la mayoría de las veces están colocadas prácticamente sobre el grupo escultórico de la misma …por cierto, sobre la Plaza de Uncibay al igual que en otras plazas del Centro el «Plan de ocupación y aprovechamiento» de la misma no se cumple. Si no recuerdo mal sólo podría ocuparse el 60% de la misma por la hostelería y el resto tendría que estar libre para uso y disfrute de los ciudadanos … Con respecto a la fuente de la Judería deberían aprovechando el «acierto» del diseño y su «funcionalidad» pensar en buscar otra solución. Dejar ese espacio libre no, en pocos días tendríamos otra «barra» con camisa de lunares y sombrero cordobés…

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