El redescubrimiento de Bernardo de Gálvez permite descubrir a personajes como el arquitecto malagueño que marcó una época en la capital de Jalisco
El pasado domingo este periódico dio a conocer el tesón de Manuel Pérez Villanúa un coleccionista malagueño, residente en el Rincón de la Victoria, que desde hace medio siglo ha ido recopilando innumerables documentos y objetos relacionados con Bernardo de Gálvez, al tiempo que ha ido divulgando su figura.
Hoy, don Bernardo ha pasado del anonimato al estrellato gracias a todas las gestiones de la Asociación Cultural Bernardo de Gálvez, de la que Manuel es socio fundador.
Y con la divulgación del general de Macharaviaya están saliendo del olvido figuras de su entorno como el arquitecto paisano de Salvador Rueda, nacido en Benaque en 1766 (otros autores señalan que en 1772 pero la fecha correcta parece la primera), y que gracias a Matías de Gálvez, padre de Bernardo, puso rumbo a Ciudad de México y más tarde a Guadalajara, la segunda ciudad del país y capital del estado de Jalisco. Se trata de José Gutiérrez, al que Manuel Pérez Villanúa había seguido la pista hace tiempo.
En Málaga quizás no se conozca mucho pero para los tapatíos (los habitantes de Guadalajara) el arquitecto malagueño es como para nosotros Guerrero Strachan: el arquitecto por excelencia.
El autor de estas líneas, en sus tiempos mozos, fue becario un verano en un periódico de Guadalajara, el desaparecido diario Siglo XXI; como curiosidad, el mismo al que meses más tarde acudió la Reina Leticia, entonces una periodista veinteañera. De la Guadalajara mexicana un servidor recuerda las avenidas cuajadas de árboles frondosos, los edificios coloniales y el complejo de edificios de la Catedral, que tiene adosada la primera parroquia de Guadalajara, la del Sagrario Metropolitano. Esta es, por cierto, una de las obras más famosas del arquitecto malagueño, una exhibición de neoclasicismo, el estilo arquitectónico que introdujo en la segunda ciudad de México, con lo que desterró el ya anticuado barroco.
Lo curioso es que el de Benaque empezó sus estudios en la Academia de San Carlos de Ciudad de México como pintor y no fue hasta cuatro años más tarde que se cambió a Arquitectura. Fue un driblaje a tiempo, como verán todos los que visiten Guadalajara. De hecho, hacia 1803 fue reclamado a la capital de Jalisco para que impartiera clases de dibujo y arquitectura, introdujera a los futuros arquitectos en el neoclasicismo y de paso construyera el Sagrario Metropolitano. De su mano salió también el precioso y majestuoso hospicio Cabañas, antigua Casa de Misericordia, del que fue maestro de obras, su primer trabajo. También es suyo el pórtico de la actual Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz, antiguo colegio de los jesuitas y universidad.
En 2010 la doctora Adriana Ruiz Razura, de la Universidad de Guadalajara impartió una charla sobre José Gutiérrez en la iglesia de Benaque. Un año más tarde publicó su tesis doctoral José Gutiérrez, el arquitecto malagueño del Neoclásico en Guadalajara, México (1766-1835). Un paso más para conocer al desconocido arquitecto de la Axarquía que marcó una época en México.