El espléndido archivo fotográfico de Juan Antonio Fernández Rivero ofrece una selección de la Málaga de finales del XIX y comienzos del XX en el Mupam
Como la fotografía está en blanco negro no sabemos si el grupo que pasea por el incipiente Parque en 1905 viste de negro o de azul marino. En todo caso, colores oscuros, tantos ellas, las damas, provistas de sombreros alados y alguna sombrilla como ellos, infantes vestidos de punta en negro (o azul marino).
Criaturas que parecen salidas de la imaginación de Proust o, precisamente por sus vestidos severos en ese escenario de luz y frondosidad, de la prodigiosa mollera de Valle Inclán.
Es una de las magníficas fotografías de la exposición Vida cotidiana en Málaga durante la Belle Époque, que hasta el 13 de septiembre puede verse en el Museo del Patrimonio Municipal (Mupam).
Se trata de una selección de la fastuosa colección de Juan Antonio Fernández Rivero, una de las mejores de España, un repaso a la Málaga de finales del siglo XIX y el arranque del XX, una Belle Époque sólo Belle para unos pocos, en la que las epidemias, riás y terremotos se alternaron con la crisis económica y las esperanzadoras reformas urbanísticas de la calle Larios y el Parque, este último en los terrenos ganados al mar.
A este respecto hay una foto interesantísima de esa explanada rescatada del mar, una foto de 1895 en la que en la Acera de la Marina, un grupo de curiosos contempla cómo el fotógrafo inmortaliza un puesto de venta de cañadú, con las cañas apoyadas unas en otras, como el armazón de una tienda india.
De 1915 es la foto de ese muelle nuevo por el que sube un cenachero, mientras los carreros esperan que les llegue faena. Sin duda destaca en primer plano una destartalada garita de madera.
En los casi 40 años de esta horquilla temporal se evidencia la profunda división de clases. La Málaga artesanal bien puede simbolizarla una preciosa foto de grupo de 1909 de los talleres de la tintorería francesa El Gallo, en la antigua Acera del Campillo de La Trinidad, en pleno límite con el campo, en la que luego sería la Avenida de Barcelona.
Frente a esta Málaga galdosiana, unos caballeros endomingados posan en las playas de La Caleta después (o antes) de un banquete bajo la pérgola del Hotel Hernán Cortés en 1910, más tarde remodelado de forma radical para convertirse en el Caleta Palace.
La exposición repasa la Málaga festiva que compraba borregos en el Pasillo de Santo Domingo a comienzos de siglo para celebrar la Pascua de Resurrección (por eso el mercado se conocía como la Pascua de los Borregos), los espacios para la vida social, la Málaga que se divierte junto al mar y vive de él, la ciudad de las clases sociales y un último bloque muy interesante: el del universo femenino casi oculto, con damas de la burguesía practicando la caridad, cuidando a los niños, bailando pero también al frente de un modestísimo puesto de freiduría. Imágenes fascinantes que por su calidad, originalidad y tamaño nos descubren como pocas la Málaga del pasado.
Tengo que ir a verla porque es historia que tanto me gusta a mi y si es de Málaga todavía más. Yo conocí a una señora que vivió el esplendor de los Baños del Carmen, había unas fiestas muy bonitas y se reunían la juventud de la época. Un abrazo.