Resultaría un feo para los malagueños que los partidos en liza en las municipales no incluyeran la secular promesa de sutura del Guadalmedina
La expectación es máxima. Las obras públicas que se desarrollan en la calle nos ofrecen estos días un trajín que ni en los mejores tiempos de las minas de Riotinto.
Por otra parte, nuestros representantes públicos se han vuelto si cabe mucho más resolutivos, con permiso del alcalde, a quien el verbo «delegar» le sigue produciendo, 15 años después de su acceso a la Alcaldía una discreta pero persistente erupción cutánea.
Sin embargo, aunque este aumento espectacular de desbroces, pintura de bancos, limpieza de cauces y repellado de grietas es clásico de todos los años electorales, sin importar el signo ideológico de la administración, todavía, a las puertas como estamos de las municipales, no hemos escuchado a ningún candidato prometer la reforma del cauce del Guadalmedina.
Y la verdad, unas municipales sin la promesa eterna es como indio sin caballo. Con mucho tino, la pudimos escuchar en las pasadas autonómicas: de nuevo la eterna cantinela de coser la cicatriz de la ciudad, una metáfora tan cansina que parece milenaria.
Sin embargo, pocos candidatos se resisten a no arreglar –con palabras y no con obras– el Guadalmedina. Es una tradición que comenzó con fuerza hace tres lustros, cuando nuestra Celia Villalobos anunció en plenas elecciones generales el plan Guadalmedina que en ocho años, previo desembolso de 82.000 millones de pesetas, iba a embovedar el río y a ofrecer a Málaga un gran bulevar.
Desde entonces y emulando al Guadiana nuestro río va y viene: aparece en cuanto se barrunta la fecha electoral y desaparece nada más se guardan las urnas. Lo dicho, sería un feo que a estas alturas ningún candidato malaguita prometiera lo que no va a cumplir. A por la cicatriz.
Onda expansiva
Resulta estimulante y también una muestra del espíritu humano, la cantidad de novios que en los últimos tiempos le han salido a la causa de Bernardo de Gálvez, sobre todo desde que los utópicos objetivos de colgar su retrato en el Congreso de los Estados Unidos se vio cada vez más cercano. En este sentido, una de las instituciones que respaldaron desde los inicios la iniciativa de la Asociación Bernardo de Gálvez de recuperar el personaje ha sido la Asociación de Hijas de la Revolución Americana.
Esta institución, en el último número de su revista, da en el clavo de por qué al militar malagueño le esperan, por fin, muchas décadas de reconocimiento: «Cuando los (hispanos de Estados Unidos) caen en la cuenta de que sus antepasados pudieron haber luchado en la Revolución y tomaron parte en nuestra independencia americana, el aspecto de sus rostros es indescriptible».
En la misma línea, en este periódico el humorista y locutor Guillermo Fesser ya subrayó la importancia que para los hispanos tiene que un español demuestre que ha contribuido a construir la nación y que lo español y por tanto lo hispano «está en las raíces de los Estados Unidos».