Algunos testigos bien informados aseguran haber visto al jefe de Protocolo del Ayuntamiento estos últimos días sin corbata. Aclaramos el enigma
No sólo Julio Verne sino también su compatriota el director de cine Eric Röhmer trataron de captar en sus obras el rayo verde, ese último destello verde esperanza que puede verse nada más se pone el sol. Dura, aseguran los expertos, de uno a dos segundos, por eso para algunos es un mito, cuando en realidad deberían acudir a su oculista de toda la vida.
Pues tan complicado como captar ese fugaz rayo verde ha sido contemplar los últimos 28 años a Rafael Illa, jefe de Protocolo del Ayuntamiento de Málaga, sin la corbata. Fuera del periodo estival, este invento puesto de moda por los fieros guerreros croatas ha sido consustancial con Rafael. Puede decirse que sus corbatas simbolizaban el saber estar y la enorme profesionalidad de este español de Lisboa que un buen día dejó de recorrer los siete mares, abandonó islas paradisiacas y cielos remotos para desplegar su buen hacer en Málaga.
Sin embargo esta semana varios testigos, entre ellos el autor de estas líneas, aseguraron haber visto a Rafael desprovisto de corbata mientras paseaba por el Centro Histórico. Y lejos de haber perdido con ello lo que a Sansón se le fue en la sesión del peluquero, Rafael Illa continúa demostrando estar en plena posesión de sus facultades humanas y profesionales, las de un diplomático mucho más eficiente que bastantes embajadas españolas.
Aseguraba Julio Camba que el periodismo era la mejor profesión del mundo si se dejaba a tiempo. Lo mismo puede decirse de casi todas, salvo la de crítico gastronómico, que nunca se debe dejar. Rafael Illa ha encontrado el momento perfecto para que su trabajo al frente del Protocolo del Ayuntamiento pueda depararle gratísimos recuerdos y la satisfacción del deber cumplido gracias una jubilación anticipada iniciada a tiempo.
Con su marcha se lleva los años pasados junto a su gran amigo Pedro Aparicio, el alcalde que confió en sus dotes organizativas y en su mano izquierda; el tiempo pasado junto a Celia Villalobos, nuestra singular exalcaldesa –en un principio algo excéptica con las cuestiones del protocolo y seguro que con la novela Pigmalión de George Bernard Shaw, pero finalmente receptiva–; y por supuesto los 15 años de trabajo codo con codo con Francisco de la Torre.
Los 28 años en el Consistorio constituyen un periodo de tiempo de la historia de Málaga en el que se ha multiplicado con creces la proyección nacional, internacional y cultural de la ciudad y eso ha tenido detrás la incesante organización de eventos, visitas, recepciones y actos de todo tipo, aquí y en cualquier otra parte del globo, que han contado con el buen trabajo del jefe de Procotolo.
Rafael Illa aparca la corbata y aunque muchos lo echaremos de menos en el Ayuntamiento y en los mil y un eventos de Málaga, ahora le toca disfrutar de la jubilosa jubilación. Ojalá que la suya incluya muchos instantes de felicidad con amigos frente a una esperanzadora puesta de sol. Gracias de veras, Rafael.