Urge una comisión para que los responsables televisivos comprueben in situ lo mucho que sus horrendos cables pueden afear el Centro en Semana Santa
El final de la Semana Santa en Málaga nos deja algunas certezas, como que si se juntaran todas las bolas de cera pacientemente elaboradas por los niños de la Ciudad del Paraíso no sólo se superaría en tamaño la famosa roca que trata de planchar los pantalones a Indiana Jones al inicio de la primera entrega, sino que tendría las hechuras de algún respetable objeto interplanetario.
También ha bajado, con respecto a año anteriores, el número de ministros invitados a dar la campanada en las salidas procesionales. Años hubo en los que daba la impresión de que el Consejo de Ministros se celebraba en las calles de Málaga. Esta costumbre tan poco imaginativa parece que aminora, quizás porque, tal y como está la sociedad española, ahora mismo la profesión de político es de las pocas en las que uno sólo adquiere prestigio cuando la abandona.
Y hay materias que por peliagudas siguen levantando suspicacias como esa costumbre tan halterofílica nuestra de levantar (algunos) tronos a pulso. Ante estas prácticas suelen escucharse opiniones para todos los gustos. Al parecer fue una ocurrencia de un grupo de militares hace ya algunas décadas.
Gustó tanto la excentricidad que la moda se extendió hasta convertirse en tradición malaguita, aunque en los últimos tiempos algunas cofradías la hayan desterrado. En lo que respecta a un servidor, el levantamiento a pulso es a la Semana Santa Málaga lo que el salto de la rana al toreo, algo alejado de los cánones oficiales pero que sigue entusiasmando a mucha gente.
Levantamientos aparte, el clima (la climatología en lenguaje político autóctono) ha dado un respiro de una semana tras unos años escrutando el parte metereológico con el paraguas bajo el brazo. El resultado final ha sido que se ha hecho realidad el cartel oficial de este año y las procesiones han sido verdaderamente suntuosas y espléndidas, cada una en su estilo particular.
Pero un año más, la Semana Santa cojea de algo que no se le puede achacar: en muchos rincones de nuestra ciudad los tronos han vuelto a procesionar teniendo como fondo un buen puñado de cables.
Urge por tanto que una comisión formada por representantes de las tres administraciones inviten a pasar una semana sobre todo a responsables televisivos, pues en su mayoría son cables de televisión, en distintos grados de abandono, falta de sensibilidad con el entorno y cutrez los que desde hace tiempo deslucen nuestro Centro Histórico hasta límites insospechados. Habría que pedirles a estos directivos que no fueran tan estrechos y se gastara más cuartos en mandar el cableado con las criaturas de Julio Verne, bien cerquita del Centro de la Tierra.
Y con respecto a la tribuna de la plaza de la Constitución, cada vez son más los niños malagueños a los que se les aparece en inquietantes pesadillas. El día que marche al chatarrero los aviones que sobrevuelen la ciudad escucharán, al unísono, un gigantesco suspiro de alivio.