Los ficus de la Alameda y los álamos perdidos

18 Mar

El Ayuntamiento poda los ficus de 140 años de este paseo principal que en los inicios lucía alamillos blancos y que llegó a tener naranjos y adelfas

Estos días el Ayuntamiento ha estado podando los ficus centenarios de la Alameda. En un viejo plano de 1774 puede verse cómo la que hoy es la segunda vía principal de Málaga, después de la calle Larios, era la llamada playa del embarcadero, formada por las rocas y arenas del Guadalmedina. Allí mismo, junto al mar, se construían barcas y por la playa aparecían esparcidas casuchas de madera donde se vendía bacalao, mientras que en otras podían encontrarse tapones de corcho para los barriles. Una auténtica playa comercial.

Aparecían, eso sí, espurreados por ella unos cuantos álamos blancos y ya más cerca de la puerta de Espartería, de la que hoy sólo nos queda el recuerdo por la calle Esparteros, una discretísima hilera doble de álamos.

Muy cerca, por cierto, estaba la bonita Puerta del Mar, con aspecto de campanario de iglesia y delante, para romper el encanto, la horca pública. Hacia 1786, las murallas de la zona son demolidas y la Alameda tiene ya más pinta de Alameda, pues antes era un paseo un poco inhóspito y oscuro, fuera de las murallas de la ciudad y con el ruido de las olas como acompañamiento. Con los años vendrían las casas y lo más importante: iluminación y ornato.

Un personaje muy importante en la historia de la Alameda fue el suizo Teodoro Reding. En su corta etapa como gobernador militar de Málaga, entre 1806 y 1808, mandó sustituir los pachuchos álamos por naranjos y adelfas y además colocó en la Alameda la fuente más importante de Málaga, la de Génova, que estaba en la hoy plaza de la Constitución, con lo que convirtió este paseo en el principal de la ciudad.

En un grabado de 1862, con motivo de la visita de Isabel II a Málaga, se muestra la Alameda Principal escoltada por unos árboles de idéntica altura y de copa alargada, sin rastro de naranjos ni adelfas: es muy probable que en años o décadas anteriores volvieran a plantarse los álamos. Poco después, en 1876, ya en tiempos de Alfonso XII y Cánovas del Castillo, Joaquín de Rucoba vuelve del revés la Alameda con una amplia reforma y llegan los ficus de los que disfrutamos todavía.

Como ayer contaba a esta sección Javier Gutiérrez del Álamo, responsable de Parques y Jardines, en realidad hay tres hornadas de ficus: los originales que todavía aguantan el tipo, los que se repusieron en los años 70 del siglo pasado y los más recientes, de unos 10 años.

Las dos podas que el Ayuntamiento hace al año, antes de la Navidad y antes de la Semana Santa, mantienen con buena salud estos ejemplares. Cuatro de ellos, cuenta Javier, según un informe de hace año y medio eran inestables por el bamboleo del viento porque las copas superaban la altura de los edificios. Después de recortarle la copa para que no superen la altura, ya no sufren las rachas de viento y su estado ha mejorado bastante. Todo está casi listo para que se conviertan, un año más, en la archiconocida bóveda arbórea de la Semana Santa.

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