Un grupo de enormes carteles informan en la avenida Duque de Ahumada de dos nuevos edificios de la Universidad… inaugurados en 2009
El espléndido escritor de viajes Patrick Leigh Fermor, fallecido en 2011 en una islita griega cuando le faltaban tres años para alcanzar su primer siglo de vida, visitó en los años 40 las escasas islas que los españoles dejaron a ingleses y franceses a lo largo del Mar Caribe.
El Reino Unido sigue sin soltar muchas de ellas y las ha reconvertido, como casi todas sus colonias, en inmorales paraísos fiscales, pero esa es otra historia. El caso es que a Fermor le asombró la invasión de anuncios que hollaban los montes y valles. La publicidad ya se había asentado con creces en esas islitas, pese a estar situadas en un rincón perdido del mundo. El viajero británico llamó a estos anuncios –en especial los de la bebida refrescante más famosa, los que más se prodigaban– «églogas de hojalata».
También en Málaga convivimos con estos cantos publicitarios en soportes metálicos, inmensos cartelones que en muchas ocasiones desafían la leyes de la lógica, al estropearse más que el retrato de Dorian Gray por no retirarlos a tiempo.
Porque hay una característica común de la publicidad institucional malaguita: sus anuncios duran tanto o más que una era geológica, de ahí que nos encontremos con carteles carcomidos por el tiempo y los rayos de sol, que exhiben lo que ya es una publicidad institucional dudosa, al mostrar a los cuatro vientos que las instituciones no funcionan a la hora de retirarlos de la circulación.
Lo podemos ver en los carteles de la ampliación de la Universidad, que se muestran a los conductores que pasan por la avenida Duque de Ahumada. Se trata del que informa de la construcción del edificio de la Facultad de Estudios Sociales y del Trabajo y del que anuncia el edificio de las Escuela de Ingeniería, además de los respectivos carteles de las constructoras.
Pues bien, si nadie lo remedia, en breve tiempo el cartelito de un pueblo perdido del Oeste americano, ese en el que siempre aparecen las bolas rodantes de hierba, tendrá mejor aspecto que estos anuncios institucionales que ya empiezan a sufrir el paso del tiempo y tienen sus arruguillas.
Estos dos nuevos edificios fueron inaugurados por el entonces presidente de la Junta José Antonio Griñán en 2009. Han pasado seis años desde entonces y ahí siguen estas églogas de hojalata en un estado que no mejora con el paso de los años.
¿Afán de protagonismo de las instituciones malaguitas? Pues probablemente no. Los carteles lo más seguro es que se encuentren en un limbo administrativo: es muy posible que nadie en la Universidad se haya acordado de ellos. Pues que sigan tostándose al sol.
Ocurrió algo parecido con un cartel de la Junta en El Cónsul: Permaneció informando de unas obras –que para más inri nunca se hicieron– desde 1995 a 2008. Visto así, los cartelitos de la UMA sólo están empezando a vivir. Como rezan ambos, Growing together. Creceremos con ellos.